COLOMBIA

El imperialismo y el bombardeo de la Paz

Desde el pasado 2 de octubre Colombia dio comienzo a una nueva etapa en la construcción de la paz necesaria para su pueblo. Resultará determinante preservar la voluntad negociadora de los principales actores.

El triunfo del NO en el Plebiscito para aprobar el Acuerdo de Paz al que se ha arribado entre el Gobierno de Santos y las FARC-EP, constituye un escollo de proporciones que se explica por la actitud militante y consciente de la oligarquía y el imperialismo en contra del mismo.

La mínima diferencia entre ambas opciones deja abierta la posibilidad de seguir trabajando en la concientización del pueblo hermano respecto de las verdaderas condiciones pactadas entre los líderes del movimiento guerrillero y los representantes del gobierno colombiano, tergiversadas por los uribistas y el paramilitarismo a fin de abortar el largo proceso que garantizó el cese de fuego bilateral, la dejación de armas, la incorporación al proceso político y democrático, el programa de apoyo a la ruralidad, entre otros avances en la negociación.

Llamó la atención por un lado la indiferencia de una gran mayoría de la sociedad hacia el proceso de paz, manifestada en la escasa concurrencia a los lugares de votación. Al mismo tiempo, desde sectores partidarios del Acuerdo se hace notar el asombro ante la realidad de un número tan elevado de colombianos que no aceptaron el camino propuesto. Las grandes ciudades fueron el principal motor del NO y las poblaciones rurales (las más afectadas por la guerra) votaron mayoritariamente por el SI, logrando porcentajes cercanos (en promedio) al 80% de los votantes.

Cabe preguntarse si la estrategia comunicacional de los partidarios del SI fue lo suficientemente difundida y esclarecida, si se logró perforar el accionar de las fuerzas retrogradas de la derecha respecto de los términos del Acuerdo.

La decisión de las FARC-EP de mantener el alto al fuego bilateral y el compromiso reafirmado por Juan Manuel Santos de seguir trabajando para concertar con todos los sectores políticos y sociales de Colombia para lograr la aceptación de los Acuerdos, contrasta con la intención de Álvaro Uribe. Su objetivo es cercar al Presidente, “redireccionar” las negociaciones en búsqueda de punir las actividades guerrilleras más severamente y coartar la posibilidad del acceso al ejercicio democrático de sus militantes en la política nacional, al tiempo que procurará una virtual amnistía para policías y militares.

El resultado de la compulsa permite descubrir que, más allá de los actores visibles de la política colombiana, existe un enemigo menos visible que actúa de forma subterránea en la formación de sentido en la sociedad y a la que beneficia la continuidad del conflicto.

El imperialismo yanqui (más allá del declamado apoyo al proceso de paz) ve peligrar sus posibilidades de mantener intervención en un territorio que considera propio y al que a lo largo de estos años ha logrado condicionar mediante “ayudas” para el combate del narcotráfico y en el que la existencia del paramilitarismo brindó pingües ganancias.

El largo camino que habrá que recorrer para no repetir situaciones gravísimas como la producida a mediados de los años 80 del siglo pasado con el persecución sistemática, desaparición y asesinato de los dirigentes y militantes de la Unión Patriótica, a la que hizo referencia Santos en sus declaraciones, recién comienza y requerirá de un gran compromiso por parte de los organismos de Seguridad colombiana para garantizar la legalidad democrática.

Por su parte Timochenko, en sus primeras declaraciones tras el Plebiscito, aseguró que las FARC-EP están dispuestas a mantener el cese del fuego y seguir trabajando para perfeccionar los Acuerdos, sin que esto signifique resignar lo conseguido en cuatro años de conversaciones.

Democratizar la información, ampliar la difusión de los verdaderos alcances de las negociaciones, incorporar al debate popular a las amplias capas de la población que se muestran indiferentes al destino de su Patria, lograr el inicio de conversaciones de paz con el ELN, es el derrotero que deberá abordar el Gobierno democrático de Colombia.

La Paz es un objetivo primordial para el avance de la democracia en el hermano país, en procura del desarrollo armónico de su pueblo y de América Latina toda.