UNA JORNADA HISTÓRICA

Parazo al neoliberalismo

Forzado por el clamor de millones de compatriotas en todo el país, se desarrolló este 6 de abril un paro general cuyo alcance y masividad no se observaban desde hace décadas en nuestra patria. Fue posible por la reacción de las bases. No sólo el movimiento obrero se expresó de forma contundente, también lo hicieron las Pymes y comercios con un extendido cierre de persianas, golpeados por una caída del consumo masivo que no se detiene y arrinconados por el tsunami importador que se lleva puestos a importantes segmentos de nuestra industria nacional. El despliegue previo de los monopolios mediáticos fue desembozado, buscando generar miedo y pretendiendo también minimizar la magnitud de una medida de fuerza que fue antecedida por históricas movilizaciones durante el mes de marzo (docentes, CGT, mujeres, 24 de marzo y las CTA) con un denominador común: basta de despidos, de suspensiones, de caída del salario y flexibilización laboral. El eje de la confrontación es el neoliberalismo.

Empezaron hablando del segundo semestre, luego anunciaron los primeros brotes verdes, después informaron que arrancó la economía y finalmente que bajó la pobreza y creció el empleo. La frutilla la puso Macri cuando celebró, el mismísimo 6 de abril, y con un país paralizado como marco: “¡qué bueno que estamos todos acá trabajando!”. Increíble pero real. El gobierno busca revertir unas expectativas muy devaluadas, pero choca frontalmente con una realidad económica y social cada día más acuciante. Sólo en el mes de febrero cayó 3,4 por ciento la construcción y la actividad industrial un 6 por ciento, con bajas en todos los bloques. Si a eso le incorporamos un nuevo aumento en las tarifas (en el caso del gas acumulará 400% de invierno a invierno) es evidente que fracasarán en su pretensión de mejorar el humor de la población.

Quisieron presentar la imagen del 1 de abril como una ola de respaldo popular, pero eso tuvo corto aliento. Se movilizó el núcleo más consecuente, que es su base social de alto poder adquisitivo, adultos mayores en su gran mayoría y rayanos con el fascismo. La policía de la Ciudad (que es de ellos) habló de 25 mil personas. Fue tan efímero el alcance del 1A que tuvieron que apelar nuevamente al Partido Judicial para intentar correr el foco en la antesala de una huelga de enorme trascendencia. Su desvelo principal se llama Cristina Fernández de Kirchner y no lo ocultan; más aún frente a la posibilidad de una candidatura de la ex presidenta. Por eso Bonadío, autodeclarado incompetente, dictó pese a ello su segundo procesamiento en el marco de una causa inventada a partir de una de las tantas denuncias de la mandadera Stolbizer. Cuanto más aguda sea la crisis social, más van a apuntar contra Cristina. Al mismo tiempo, las usinas del poder real expanden la construcción subjetiva de que su presencia (y su eventual candidatura) le es funcional a Macri. Es de manual, buscan sacarla del medio por las “buenas” y por las malas.

El enemigo sabe que la inmensa mayoría de quienes ganaron las calles durante las últimas semanas se siente identificada con el proyecto nacional y el liderazgo de Cristina. Y más aún en la base de los cientos de miles de laburantes (en particular de los gremios industriales) que lograron imponer el paro general después las piruetas y caracoleos de la cúpula de la CGT. El dato es que la perspectiva política del creciente descontento social existe: está representada en la conducción de Cristina. Es una diferencia cualitativa respecto al 2001, donde no había “nada ni nadie”. Hemos avanzado en términos de conciencia y organización, aunque nos falta construir la estratégica fuerza propia, sobre todo en el seno del movimiento obrero. En estos días, al calor de estas históricas jornadas de lucha, emerge una enorme oportunidad.