INSEGURIDAD SOCIAL

Se deteriora la calidad de vida

La preocupación de la mayoría de nuestro pueblo pasa por la situación económica del país, la continuidad laboral y la capacidad de compra, principalmente de alimentos. La conmoción del fallo del 2×1 de la Corte Suprema, un factor más de alerta.

Tanto se instaló el concepto de inseguridad asociándolo sólo a situaciones delictivas de diversa gravedad, que vale la pena hacer un recorrido desde diciembre del 2015 hasta acá, por aspectos esenciales que hacen a la calidad de vida de los argentinos. La economía del país, la continuidad laboral y el poder adquisitivo, en particular para la compra de alimentos, son la inseguridad cotidiana para amplios sectores de nuestro pueblo. Y si de delitos se trata, el fallo del 2×1 para beneficio de los genocidas por parte de la Corte Suprema de Justicia, conmovió a esos amplios sectores. Y a más también, o al menos los sacudió.

Puesto el foco en el último año y según encuestas realizadas por universidades nacionales en la Ciudad de Buenos Aires y el conurbano bonaerense, el 51 por ciento de los consultados considera que la situación económica del país es mala o muy mala. El mismo guarismo resulta cuando la pregunta refiere al empeoramiento de la situación personal: de ese 51 por ciento, el 34 califica su cotidianidad de igual modo que a la situación general. En diciembre de 2016, esta respuesta la daba un 25 por ciento de los entrevistados.

Hilando más fino en el entramado que configura las situaciones personales y/o familiares, el 70 por ciento compra menos alimentos que antes y el 74 cambió las marcas de los productos; el 35 por ciento dejó de comprar carne con frecuencia y si nos adentramos en el segundo cordón del conurbano, el porcentaje asciende al 50. Respecto de la disminución por motivos económicos de las raciones de comidas, hace cuatro meses, el porcentaje era de un 38; en la actualidad se incrementó a un 43. Acercando la lupa en el Gran Buenos Aires, específicamente en la zona sur, un 30 por ciento de los compatriotas a los que se les consultó si en el último año habían pasado hambre, respondió afirmativamente.

Junto a factores como la inflación y los tarifazos, el de la continuidad laboral es fundamental para entender y vivenciar la inseguridad de no contar con lo esencial, al menos con lo básico. Desde diciembre de 2016 hasta los días en que se realizaron las entrevistas, el porcentaje de compatriotas que no llegan a fin de mes creció de un 45 a un 57 por ciento. El 38 por ciento sostiene que algún integrante de su familia perdió el trabajo; en el segundo cordón bonaerense, aumenta al 47. Alrededor del 40 por ciento manifiesta temor de perderlo: esta situación se profundiza cuando junto al cierre de empresas y negocios, se le suma el intento aleccionador con paritarias muy inferiores a los niveles de inflación y con distintas formas de flexibilización laboral.

Estas son las principales preocupaciones de la gran mayoría del pueblo que vivencia, cada sector en su medida, cómo se agudiza el deterioro de su calidad de vida. Para más ejemplos: el aumento de los comedores y la cantidad de familias que viven en la calle; los jubilados que tienen que elegir entre los alimentos y los remedios; el intento de que los docentes discutan su salario en detrimento de la salud.

La maniobra política del 2×1 generó más del 80 por ciento de rechazo: la concentración del miércoles 10 de mayo así lo demostró. Una gran parte de los que se sintieron convocados, alcanzan a visualizar que reforzar el aparato represivo y pretender distorsionar la memoria histórica está indisolublemente relacionado con la implementación del proyecto político y económico que hoy tiene en su rostro, el terror macrista.