EDITORIAL:

CON CRISTINA AL FRENTE

Unidad del campo popular

La decisión de Cristina de involucrarse de forma directa en el armado electoral de cara a octubre (incluyendo una eventual candidatura) produjo un verdadero terremoto y un rápido alineamiento en torno a su figura. Para propios y extraños se trata de una novedad determinante: la derecha se contorsiona y ya prepara nuevos ataques para debilitarla, mientras que las grandes mayorías celebran la disposición militante de la única referente política en condiciones de aglutinar a vastos sectores de la vida nacional, agredidos por las políticas de ajuste y endeudamiento. Trabajadores, pequeños y medianos empresarios, estudiantes, científicos, agricultores familiares, etc., ven en la ex presidenta la única posibilidad de poner un freno al neoliberalismo y a partir de ahí recorrer el camino necesario para restituir un proyecto de país con soberanía, inclusión social y redistribución del ingreso.

En cada aparición pública, la compañera va dejando una estela de definiciones que debemos ser capaces de asimilar y proyectar a la práctica política concreta. Semanas atrás, en diálogo con Telesur, ofreció un panorama de las disputas globales en el marco de la crisis general del capitalismo, y se detuvo en particular en la coyuntura latinoamericana. Advirtió que la integración política no bastó para consolidar el ciclo regional, que faltó integración en el plano económico y que ese flanco habilitó un retroceso en la correlación de fuerzas existente. Este machacar se refiere a un objetivo estratégico: la necesidad de contribuir al desarrollo del factor subjetivo, del accionar de las masas, de los grados de conciencia y organización requeridos para la actual y las nuevas etapas. La misma línea de argumentación utilizó para abordar la discusión respecto a su posible candidatura, y de las candidaturas en general.

Para no poner el carro delante del caballo, pidió discutir proyectos en lugar de nombres. Y pidió también darle contenido programático al término unidad, tantas veces invocado para hacer exactamente lo contrario: es decir, debilitar las posiciones del campo popular frente a las posiciones del enemigo. Hablar de programa es hablar de proyecto y de las fuerzas necesarias para llevarlo adelante. Todo esto introduce Cristina en el contexto de la definición electoral. Por eso ella conduce y el resto mira. En su entrevista con C5N, delineó también los ejes de la campaña: desgranar (cortito y simple) los efectos devastadores del modelo hambreador impuesto desde el 10 de diciembre de 2015. Y hacerlo exponiendo sus diferentes formas y variantes, porque es realmente espeso el manto que interponen los medios monopólicos para preservar a quien preserva sus intereses.

Macri viajó a la República Popular China a pedir la escupidera luego de constatar que sus caprichos con los chinos no corren, y entendió además que sólo se puede ufanar de las inversiones logradas por Cristina durante su presidencia. Con Cambiemos sólo llovieron deuda e intereses. Se acerca octubre y crecen de forma inquietante las intrigas y disputas en el seno del gobierno (con renuncias y denuncias para elegir) frente a una economía que se derrumba todos los días un poco más, una crisis social que se profundiza y un derrotero político verdaderamente incierto. Por eso los yanquis preparan diferentes alternativas para garantizar la buena salud del neoliberalismo: todos los movimientos que se producen por fuera del Frente para la Victoria (y aquellos dirigidos a debilitarlo) persiguen este objetivo continuista.

Se vienen meses de dura confrontación y provocaciones de toda índole. Con Cristina al frente vamos por la unidad programática del campo popular, vamos por la construcción de la fuerza política frentista, y vamos por el camino que nos permita reagrupar fuerzas para derrotar en octubre a los candidatos del ajuste y la dependencia. Ese es el desafío.