LA GUERRA DE LOS SEIS DÍAS

A 50 años de un ataque artero

Por Rodolfo G. Módena

En junio de 1967, hace cincuenta años, el Estado de Israel atacó sorpresivamente y ocupó vastos territorios árabes, en lo que se conoció como la “Guerra de los Seis Días”.

En la mañana del 5 de junio de aquel año, la aviación israelí atacó las bases aéreas de Egipto, Siria y Jordania, destruyendo en tierra a gran parte de las fuerzas aéreas de dichos países árabes.

Con la ventaja inicial del ataque aéreo relámpago, el ejército de Israel avanzó rápidamente sobre el terreno, y para el 10 de junio logró arrancar las Península de Sinaí y la Franja de Gaza a Egipto, las Alturas del Golán a Siria, y Cisjordania a Jordania, ampliando considerablemente su dominio e iniciando su política de colonización de los territorios árabes ocupados.

Contó para ello con la excusa agitada por los medios de comunicación occidentales de un presunto e inminente ataque de sus vecinos. Y contó, por supuesto, con la inestimable información que le brindara la inteligencia militar norteamericana, así como de todo el respaldo logístico y armamentista del imperialismo yanqui, que decidió involucrarse totalmente en la batalla por el control del petróleo del Medio Oriente, y desplazar a Gran Bretaña y Francia del centro de la escena en sus antiguos dominios coloniales. Algo curioso para quien no conozca la historia, es que por ese entonces Israel también contaba con el respaldo de Irán, gobernado por la monarquía del Sha Mohammad Reza Pahlevi cuando la nación persa era, junto a la reaccionaria monarquía de Arabia Saudita y Turquía, uno de los principales aliados de Estados Unidos en la región

El objetivo geopolítico tuvo que ver también -y fundamentalmente- con asestar un golpe preventivo al desarrollo del panarabismo laico y antimperialista encabezado por Gamal Abdel Nasser desde Egipto y el Movimiento de Países No Alineados, que contaba con el respaldo de la Unión Soviética y el Campo Socialista.

Desde entonces, el viejo conflicto heredado del pasado colonial franco-británico y del más moderno imperialismo norteamericano, no solo que siguió sin resolverse sino que siguió agravándose. Los servicios de inteligencia del imperialismo yanqui y del Estado de Israel han fomentado sistemáticamente la división y la desestabilización interna de los países árabes y musulmanes en general. Han prohijado, armado y financiado el fundamentalismo islámico para que les sea funcional a sus designios. Y aunque hay varios ejemplos que sería extenso abordar (Afganistán, Libia, Irak, Yemen, etc.), basta con el de la actual guerra en Siria. Allí alimentaron al terrorismo del llamado Estado Islámico (ISIS) al que dicen combatir, mientras bombardean posiciones del ejército sirio que lo viene derrotando efectivamente en el territorio que había logrado ocupar gracias a sus mecenas yanquis e israelíes.

Y el pueblo palestino sigue luchando por su autodeterminación, resistiendo por décadas la opresión de la bota sionista.