LA CONTINUIDAD DEL GOLPE

Brasil en la encrucijada.

Se cumple un año del golpe de Estado perpetrado contra la presidenta Dilma Rousseff. Lo que siguió fue el meticuloso desmantelamiento de los derechos del pueblo brasileño, de su soberanía; la entrega y el latrocinio organizado y perpetrado por el golpista Temer y la derecha.

Ni bien asumió el golpista, congeló los gastos en salud y educación por dos décadas. Suspendió la implementación de programas de protección social y diezmó el conjunto de leyes laborales con una reforma de innegable cuño neoliberal. Este raid retrógrado incluye un paquete de privatizaciones lanzado recientemente que, también, prevé la venta de la Electrobras, una empresa de energía estratégica para la soberanía de Brasil, así como la Casa de la Moneda, que emite los billetes de la moneda nacional. Además, comprometieron a la Amazonia, en la que prometen liberar áreas de preservación ambiental para la extracción minera. Todavía, tienen previsto votar una reforma previsional este año que traerá zozobra a la mayoría de la población que depende de la jubilación. El ajuste de Temer ya dejó unos de 14 millones de desocupados y 8 millones de subocupados, y sumergió a la economía más importante de América del Sur en una recesión económica de proporciones.

Para completar el cuadro de situación hay que tener en cuenta la crisis institucional y política que se agudiza día a día. Las causas de corrupción contra Temer y la mayoría de la camarilla del PMDB y el PSDB se agolpan e inundan las instituciones y el Estado. El presidente ostenta la más baja adhesión que un mandatario haya alcanzado. Lo mismo sucede con los partidos políticos del establishment, el PMDB y el PSDB con un 1 por ciento y todos los demás partidos brasileños suman un 4 por ciento. Temer se mantiene en el cargo a fuerza de drenar reales del presupuesto del Estado hacia las bancas del Congreso, mecanismo que mantiene bien aceitado; 14 millones fueron a parar a los bolsillos de los diputados para que el Parlamento rechazara la denuncia del ministerio fiscal y así impedir su suspensión.

En ese escenario, cada día ganan más protagonismo los militares y la policía empleados para garantizar el ajuste. En estos días se conocieron las declaraciones del general en actividad Antornio Mourao, que instó a un levantamiento militar “si no se pone coto a la corrupción”. La amenaza fue lanzada durante una reunión de la Logia Masónica Grande Oriente, en Brasilia, en la que se glorificó el legado de la dictadura. Ninguno de los partidos que participaron del golpe contra Dilma elevó la voz contra al general Mourao.

Frente a esta situación, el Partido de los Trabajadores se perfila de cara a las elecciones de 2018 con la candidatura de Lula, a quien las encuestas lo dan como ganador por un amplio margen de diferencia. La adhesión al PT es significativa. En el proceso de defensa de los trabajadores, en oposición a la reforma laboral y previsional, el PT se reafirmó como fuerza de los trabajadores y el pueblo con capacidad de organizar y dirigir. Por su parte, el Poder Judicial junto a los grandes medios de comunicación están decididos a inhabilitar a Lula para las próximas elecciones. El golpe no cierra con Lula candidato.

El pasado 17 de agosto, con 72 años y bajo el hostigamiento permanente de un régimen que lo quiere preso y fuera de la arena política, Lula se embarcó en otra marcha porque, como asegura “no podemos bajar la cabeza, hay que luchar”. Comenzó entonces la Caravana #LulaPeloBrasil. En esta primera etapa recorrió en micro el nordeste brasileño que lo vio nacer y al que le cambió la cara durante los años de gobierno. A lo largo de tres semanas protagonizó el más formidable proceso de movilización popular. Además de las 28 ciudades previstas originalmente, la caravana tuvo que detenerse 50 veces más para que se encontrara con el mar de gente que lo esperaba a la vera de las rutas, frente a la noticia de que el micro iba a pasar por ahí. Finalmente fueron cerca de 80 localidades en donde hombres y mujeres lo esperaban para abrazarlo, hablarle, oírlo y sacarse fotos con él. Porque a pesar del bombardeo mediático que día a día busca destruirlo, ese pueblo que lo abrazó con ojos húmedos de agradecimiento sabe que fue Lula quien impulsó las políticas públicas que sacaron a más de 40 millones de personas de la pobreza, y que abrieron las puertas de las universidades para el pueblo trabajador, para el acceso a la electricidad, al agua en la sequía, y al plato de comida sobre la mesa.