UNIDAD CIUDADANA LLEGÓ PARA QUEDARSE

Hoy aquí empieza todo

Uno de los principales elementos (si no el principal) que surge de la elección del 22 de octubre, es la constatación de que la lucha de clases en nuestro país se expresa a través de dos posiciones claramente definidas: el neoliberalismo de la Alianza Cambiemos, frente al antineoliberalismo representado por la figura de Cristina. Quedaron en el camino las versiones “fotocopia” del PRO tanto como aquellos que desde el “peronismo” trabajaron para dividir y esmerilar el respaldo popular que concita la ex presidenta.

Respecto a esto último, debemos ubicar también que transcurrieron 10 largos años desde que el poder real enfiló su artillería contra CFK, y Clarín puso en práctica su “periodismo de guerra” en tiempos de paz. Esto se agudizó a partir de diciembre de 2015, incluyendo a su círculo familiar, buscando correrla por las malas o por las muy malas. En este marco, los 3,5 millones de votos obtenidos en la provincia de Buenos Aires constituyen una verdadera proeza, sin recursos y confrontando a un enemigo muy poderoso.

Cristina se impuso nuevamente con holgura en las regiones más populosas y pobres del conurbano bonaerense, lo que nos exime de mayores caracterizaciones. Unidad Ciudadana fue la única fuerza opositora que creció respecto a las PASO, y como bien se dijo, constituye la base para la construcción de una alternativa al modelo político y social de ajuste contra el pueblo. Fuerzas propias y aliadas en numerosas provincias obtuvieron resultados significativos. “Aquí no se acaba nada, hoy aquí empieza todo”, avisó CFK por si existía alguna duda. La derecha lo sabe, y por eso responde como responde.

La maniobra pergeñada contra el diputado nacional Julio De Vido sólo puede darse bajo el amparo de una democracia restringida, con un Poder Judicial marcando los tiempos políticos. Debe entenderse también como un ensayo de lo que buscarán hacer con Cristina, aunque evidentemente sería otro el escenario. El enemigo apostó a una consolidación del armado del PJ pos-kirchnerista, pensado para aislar a CFK y ofrecer al mismo tiempo un sostén para la gobernabilidad o eventual auxilio que dé garantías de continuidad al neoliberalismo. Todo eso quedó desparramado luego del 22 de octubre.

La “ola amarilla” fue urdida con anticipación a partir del rol distorsivo de los medios masivos de comunicación. Construyen subjetividad y sentido común en base a eslóganes, repetición y asimilación acrítica de todo lo que se ve, se lee y se escucha. Logran entonces que una parte significativa de la población explique las medidas de ajuste en función del “descalabro del gobierno anterior”. Este quirúrgico mecanismo de dominación cultural se verificó con ribetes obscenos en la Capital Federal, donde pese a las canalladas vomitadas por Elisa Carrió respecto a la desaparición forzada seguida de muerte de Santiago Maldonado, un 50 por ciento del electorado porteño la premió con el voto. Se busca restablecer (con reflejos de inercia) la cultura del desinterés, el individualismo y el sálvese quien pueda. Este nivel de sofisticación es obra del imperialismo, los verdaderos dueños de la pelota en la Argentina de Macri.

Mientras tanto, el 23 de octubre despuntó con un incremento del 12 por ciento en los combustibles, que acumula una suba del 29,5 en 2017. Ya se alistan los tarifazos al gas (del 40 por ciento), la luz, el subte, los bondis y las prepagas. En los próximos días se presentará el “paquete de reformas estructurales” dirigidas a los ámbitos laboral, impositivo, previsional, educativo y político. Bienvenido el gradualismo. Quedarán expuestos rápidamente los efectos de esta segunda fase de aplicación del ajuste. Lo que no está garantizado (y se reflejó en el resultado electoral) es que esos efectos se traduzcan en un mayor nivel de conciencia y comprensión respecto a la naturaleza hambreadora del neoliberalismo. No sin acción política en el seno de las masas.

Sin lucha no hay desarrollo de la conciencia. El enorme temple y sacrificio personal asumidos por Cristina debe impulsarnos de cara a los desafíos que tenemos por delante. Para los revolucionarios el trabajo siempre es de hormiga, sumando voluntades unas tras otras. Para que esas voluntades se afirmen es necesaria la organización. Nuestro instrumento frentista es Unidad Ciudadana, que llegó para quedarse. Debemos darle mayor carnadura y extensión para construir las nuevas mayorías que nos permitan recuperar el control de los destinos de nuestra Patria.