A UN AÑO SU FALLECIMIENTO

Totalmente Fidel

Por Rodolfo G. Módena

El 25 de noviembre de 2016, hace un año, falleció el gran Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz. Se cumple un año que parece un siglo y un solo instante a la vez.

Porque Fidel trasciende al tiempo mismo en el que le tocó luchar como el mejor y sin claudicaciones de ninguna naturaleza.

El más grande dirigente comunista de la segunda mitad del siglo XX y los primeros tres lustros del siglo XXI.

Martiano y marxista-leninista, como él mismo definió su ideología revolucionaria, la del Partido Comunista y la Revolución Cubana, Fidel llevó el antimperialismo y el leninismo a las cumbres más altas de las ideas y de las realizaciones concretas más extraordinarias.

Desde las luchas estudiantiles contra la dictadura a fines de los cuarenta y comienzos de los cincuenta, el Asalto al Cuartel Moncada en 1953, la cárcel, su alegato histórico (La Historia me absolverá) contra la tiranía de Fulgencio Batista, el exilio en México, la Expedición del Granma en 1956, la Sierra Maestra y la victoria revolucionaria del 1º de enero de 1959, Fidel se fue haciendo gigante para su pueblo, para los pueblos latinoamericanos y del mundo.

Su figura crecería como el líder y estadista que condujo la construcción del socialismo en Cuba, “Primer Territorio Libre de América”, a sesenta millas del imperio criminal que pretendió en vano derrotarlo por décadas.

Y crecería en el plano mundial como inmaculado líder internacionalista proletario, solidario con las luchas antimperialistas y anticolonialistas de los pueblos de Asia, África y América Latina. Como dirigente del Movimiento de Países No Alineados. Como dirigente de la verdad, la razón y el combate por la justicia social universal.

Lo supo el heroico Vietnam, Argelia, Angola, Laos, Mozambique, Congo, Namibia y la Sudáfrica de su amigo Mandela, entre tantos países que contaron con su determinación antimperialista y solidaria sin dobleces, así como la de su pueblo cubano que se desplegó maravillosamente por todos los rincones del mundo llevando su internacionalismo proletario, tanto en el plano militar, médico, educativo, deportivo y humanitario en general.

Pero brillaría más aún su estirpe revolucionaria en la derrota que significó el colapso de la URSS y el campo socialista europeo a comienzos de los años 90.

Ahí Fidel se paró de manos para afirmar que la Revolución Cubana, con la convicción y la entereza de su Partido y de su Pueblo resistiría a toda adversidad, nuevamente. Y así lo hizo en el dramático Período Especial, contra todo pronóstico derrotista de enemigos, vacilantes y traidores que presagiaban una inminente caída que nunca se produjo.

Así lo hizo Fidel para desenmascarar al neoliberalismo como nueva fase parasitaria del imperialismo y del capitalismo, llamando a construir la globalización de la solidaridad y de las luchas.

Así lo hizo Fidel para desentrañar lo que significaba la globalización neoliberal y las necesarias políticas de alianzas amplias para confrontarla.

Así lo hizo Fidel, como Lenin a comienzos del siglo XX, desarrollando el marxismo en teoría y práctica como pocos, frente a una nueva situación concreta.

Así lo hizo Fidel, construyendo unidad. La unidad de su pueblo revolucionario y la unidad de los pueblos latinoamericanos y del Tercer Mundo contra el imperialismo.

Así lo hizo Fidel al avizorar y alentar el proceso venezolano liderado por el inolvidable comandante Hugo Chávez Frías, el del Brasil de Lula, Bolivia con Evo Morales, Ecuador con Correa, Nicaragua sandinista con el comandante Daniel Ortega, El Salvador con el FMLN, el del Uruguay frenteamplista y el de la Argentina de Néstor Kirchner y la compañera Cristina.

Y así Fidel, nos dejó físicamente hace un año, por ley biológica y con las botas puestas hasta el último aliento. Pero nos dejó un legado inmenso que podría resumirse en sus propias palabras cuando, en 1971, mantuvo el inolvidable Diálogo del Siglo en Chile con Salvador Allende y dijo: “Por ley natural, por ley de la Historia, ha de haber parto y Revolución se llama la criatura”.

Por eso, y por tanto, hoy le decimos, con su amigo el Che: “Hasta siempre Comandante”. ¡Hasta la victoria siempre!