Bicentenario de Marx

Por Rodolfo G. Módena

El 5 de mayo de 1818, hace doscientos años, nacía en Tréveris, Renania, Alemania, el más grande genio de la Humanidad de todos los tiempos: Karl Marx.

“Toda época fue pieza de un rompecabezas, para subir la cuesta del gran reino animal”, dice el trovador cubano Silvio Rodríguez en su hermosa canción “El Mayor”; y si bien la misma no fue escrita al efecto, al efecto vale como para decir que no fue sino Carlos Marx quien resolvió el gran rompecabezas de la Historia del Hombre y la Sociedad.

Por estos días se publicarán millares de artículos y se realizarán centenares de seminarios y homenajes en todo el mundo. Bienvenidos sean todos, porque hablarán de la imposibilidad de matar y enterrar su pensamiento. Habrá de los unos y de los otros, de los sinceros y de los tergiversadores. Pero todos hablarán de Marx.

Hay que estudiar su obra gigantesca. Aunque, si se quiere, para encontrar la mejor síntesis de lo que estamos afirmando categóricamente, no hay que dejar de leer y releer, una y mil veces, el “Discurso ante la tumba de Marx” de su camarada y amigo inseparable, Federico Engels, pronunciado en el cementerio de Highgate, Londres, el 17 de marzo de 1883; o la biografía de Marx escrita por Lenin en 1914 y “Tres fuentes y tres partes integrantes del marxismo”, también escrito por Lenin en 1913.

“Darwin descubrió la ley de la evolución de la naturaleza y Marx la ley del desarrollo de la historia de la humanidad”, decía entonces Engels, y no vamos a citar más por razones de espacio y porque hay que ir a las fuentes.

Marx desentrañó la lógica de la Historia. Marx dio comprensión racional de la misma sobre la base objetiva y material de la división y lucha de clases. Marx descifró el funcionamiento perverso (la plusvalía y las guerras de rapiña) del sistema capitalista y el camino de la emancipación del proletariado y de la Humanidad. Marx previó el proceso de concentración monopólica del capitalismo al que su mejor discípulo, Lenin, estudió y desarrolló a fondo en su teoría del imperialismo. Marx previó, incluso, en el desenvolvimiento de su teoría científica, lo que es hoy el neoliberalismo y la globalización neoliberal. Marx fue, junto a Engels, además de genio de ideas, un militante revolucionario práctico y organizador de la Primera Internacional obrera (Asociación Internacional de Trabajadores) y de la Segunda Internacional o Internacional Socialista.

Lenin, fundador de la Tercera Internacional o Internacional Comunista, fue el genial continuador de su obra en el siglo XX, y el realizador e inspirador de las más grandes transformaciones sociales, antimperialistas, de liberación nacional y socialistas del mundo. Las que con marchas y contramarchas siguen su curso necesario propuesto por Marx.

Por eso Marx está vigente y no pueden enterrar sus ideas. Y aunque digan barbaridades o estupideces, tanto amigos como enemigos, en los múltiples escritos periodísticos o seminarios académicos a la moda, la realidad del capitalismo, del imperialismo y del neoliberalismo no hacen sino reafirmar la justeza y genialidad de su doctrina del socialismo científico.

Porque los proletarios y pueblos oprimidos del mundo, los que están sufriendo las consecuencias de este sistema cada vez más escandalosamente injusto y genocida (como dijo el cantautor catalán Joan Manuel Serrat cuando arreciaba la oleada neoliberal de los noventa y compuso “Disculpe el Señor”), “esos no se han enterado que Carlos Marx está muerto y enterrado”.

Se trata, como siempre, de que los trabajadores y los pueblos conozcan a Marx y sus ideas vivas, las hagan conciencia de clase y las encarnen en la vida misma, la organización y la lucha. Para eso Marx y Engels entendieron la necesidad del Partido después de la derrota de la Comuna de Paris, y Lenin la desarrolló para llevar adelante las revoluciones habidas y las por venir en todos los continentes del mundo. Hasta la emancipación definitiva del proletariado y la Humanidad toda.

Humanidad que está en serio peligro de extinción, como señaló Fidel Castro -el mejor discípulo de Marx y de Lenin en nuestra América Latina- en la Cumbre de la Tierra de Río de Janeiro (1992), a no ser que se resuelvan, mundial y revolucionariamente, las contradicciones insalvables del capitalismo descubiertas y denunciadas por Carlos Marx.