Bajo la tutela del FMI, se prepara un nuevo ajuste

Mientras la crisis se agudiza y esperan la llegada de la primera dotación de oxigeno del FMI, Macri sigue insistiendo en que el problema es el déficit fiscal, y que los argentinos, genéticamente programados para el derroche, debemos moderar nuestras ansias consumistas, comprar lamparitas leds y esperar a que nos llegue la hora en paz y con tranquilidad. No importa si el sueldo vale cada vez menos, las paritarias cerraron en 15 y la comida, los servicios, el dólar corren carreras en fórmula 1.

El Gobierno, los medios y opinadores de turno se empeñan en señalar que el déficit es parte de la pesada herencia. Sobre esa mentira sostuvieron las medidas del plan neoliberal que traían bajo la manga. Sin embargo, a pesar del recorte en los subsidios, el problema se agravó por reducir impuestos (como la eliminación de las retenciones a las exportaciones y del impuesto a los bienes personales), e incrementar el gasto correspondiente a los pagos de intereses de la deuda pública que, según CIFRA, pasaron del 1,4 al 2,2 por ciento del PIB entre 2015 y 2017.

Para conceder el stand by, el FMI también puso como exigencia central bajar el déficit alrededor de 3,7 puntos del PBI (unos 19.300 millones de dólares). Cambios en la carta orgánica del Banco Central y flotación del dólar sin intervención. Siguiendo el mismo libreto que tiene desde que asumió, la Alianza Cambiemos planea gastar cada vez menos en el presupuesto. Las exigencias del Fondo significan miles de despidos, congelamiento salarial, achicamiento de pensiones y jubilaciones, pérdida de escuelas y hospitales, recorte de obra pública, mayor desfinanciamiento en ciencia; y cuando esto no alcance vendrán las privatizaciones de todo aquello que sea un negocio, sistema previsional, YPF, etc.

Contrariamente a lo dicho, el problema central de la economía es el déficit del sector externo, se van más dólares de los que entran. Este déficit fue financiado mediante el ingreso de dólares especulativos y un acelerado proceso de endeudamiento externo (cuenta financiera) que fue posible por el bajo nivel de endeudamiento que tenía la economía en 2015; y por la implementación de la “bicicleta financiera” a partir de los altos rendimientos de las Lebac y otros instrumentos financieros. Cuando el crédito externo se acabó, porque la situación se volvió inviable, empezó la corrida y la devaluación, y de ahí fueron a caer en brazos del FMI.

El año pasado el déficit en cuenta corriente alcanzó el récord de 30.800 millones de dólares, equivalente al 4,8 por ciento del Producto Bruto Interno. El comercial 5.522 millones de dólares, y de servicios -incluye turismo- 9.778 millones de dólares. Estos rubros explican solo la mitad del déficit. El resto (15.906 millones de dólares) es explicado por las utilidades obtenidas por los inversores extranjeros y los pagos de intereses de la deuda externa.

Cristina lo señaló con claridad: “De los cinco precios más importantes de la economía, el gobierno ha hecho estallar tres: tarifas, dólar y tasa de interés. Todo esto, además, en un marco de re-endeudamiento externo vertiginoso. Estamos asistiendo a una de las más brutales transferencias de ingresos, de las grandes mayorías a los sectores concentrados de la economía, de las que se tenga memoria”. Este es un punto central de la política del macrismo, y del auxilio del Fondo.

Con 15 mil millones de dólares, el FMI nos pondrá bajo su tutela. El resto será entregado a discreción si se cumplen los acuerdos y las metas fijadas por el organismo. El ajuste no empieza ahora con el Fondo, comenzó en diciembre de 2015 y se agudiza. Si no reciben los fondos a tiempo tendrán problemas para darle continuidad al modelo en 2019, y si llegan lo que se viene será peor de lo que ya pasó. La insistencia con el “déficit fiscal” es para garantizar la continuidad de la transferencia, por ejemplo, con las subas de tarifas. Los 50 mil millones de dólares del FMI no alcanzan para cubrir el bache (se le sumará el Banco Mundial, BID, yuan), pero sí para sostener al modelo regresivo, consolidar y mantener las reformas económicas, y comprometer al nuevo gobierno después de 2019.

  • AJUSTE FISCAL

Según Dujovne, el déficit primario (gastos del Estado sin contar el pago de deuda pública) es de 2,7%. La “meta” del año que viene será de 1,3% y para 2020 del 0%. Para el 2021 un superávit de medio punto arriba del PBI.

  • REDUCCIÓN DEL GASTO

Las nuevas metas fiscales requieren aumentar los recortes en la inversión estatal y el presupuesto. Pretenden una reducción del gasto público en 3,8 puntos, en 3 años.

  • REDUCCIÓN DE OBRA PÚBLICA

Ya se anunció una poda del 15% de lo previsto y se tratará de transferir la ejecución a las provincias.

  • TARIFAS

Se continúa con el recorte de subsidios al trasporte y servicios públicos, con lo que se acentúa la trasferencia a los agentes económicos, sosteniendo la rentabilidad de las empresas concesionarias a costa de los usuarios.

  • RECORTE A LAS PROVINCIAS

Otra clave del ajuste. El gobierno nacional les transferirá el transporte (como el asfaltado y los metrobuses), salud, educación y seguridad.

  • PROYECTO DE LEY PARA EL BANCO CENTRAL

Mayor autonomía del Banco Central. Se reestablece la orientación monetarista. Dejará de transferir recursos al Tesoro e intervenir en el tipo de cambio. Sin embargo, a los tres días del anuncio, el BCRA tuvo que salir a jugar en el mercado con 695 millones de dólares y logró bajar sólo 6 centavos.