MACRI EN LA CUERDA FLOJA

La crisis se agudiza

 Se consolidan en América Latina las condiciones objetivas y subjetivas para una modificación del mapa político en un sentido antineoliberal. Con disputas que escalan en regiones estratégicas del planeta (con China y Rusia en particular) y tensiones de carácter interimperialista con la Unión Europea, los yanquis advierten que también se les empieza a alborotar su “patio trasero”. Los acontecimientos en México, Brasil, Colombia y la Argentina tienen un hilo común: los devastadores efectos del neoliberalismo generaron un nuevo escenario y, por tratarse de las principales economías latinoamericanas, cualquier cambio irradia hacia todo el continente. En el caso de la Argentina y Brasil, sobresale el hecho de que los ciclos neoliberales tienden a ser cortos respecto al antecedente de los ’90. Primero por el hecho de que el modelo de endeudamiento y timba financiera es insostenible. Segundo porque se ha producido un avance objetivo en los grados de conciencia de amplios sectores de nuestra sociedad durante la primera década del siglo XXI. Frente a cada acción del enemigo hay resistencia y hay lucha.

La aplastante victoria de Andrés Manuel López Obrador en México abre una posibilidad histórica en una nación atravesada de punta a punta por el injerencismo norteamericano. La reciente elección presidencial en Colombia mostró (aun con el triunfo de la derecha) un avance muy significativo de las fuerzas de izquierda representadas por Gustavo Petro quien, en un hecho sin precedentes, obligó a definir la compulsa en un balotaje. Cada día les resulta más difícil a los factores de poder del Brasil sostener la prisión del compañero Lula, quien continúa al frente de todas las encuestas de cara a las elecciones del 7 de octubre. No transcurrió mucho tiempo de la victoria electoral del compañero Nicolás Maduro en Venezuela (bastión junto a Cuba de lo más avanzado en nuestro continente) y Bolivia también se encamina a reafirmar el liderazgo del compañero Evo Morales. A Macri lo sostienen sólo el Fondo y las calificadoras que lo encaraman (a confirmar) como “emergente”. Cuando mira para los costados, se encuentra con una coyuntura regional bastante más hostil respecto a la de diciembre de 2015.

La hostilidad crece también fronteras adentro. El pasado 9 de julio, mientras en Tucumán el presidente alternaba metáforas climáticas con invocaciones motivacionales, una verdadera multitud se congregó nuevamente en la Ciudad de Buenos Aires para expresar su rechazo al régimen de hambre y dependencia. Por su masividad, esto es lo que sobresale. Miles de luchas se desarrollan en todo nuestro territorio para resistir los despidos y suspensiones, los cierres de fábricas, el ajuste en la salud y la educación, la caída de los salarios y jubilaciones, la merma del poder adquisitivo de las asignaciones familiares, lo que configura una verdadera tragedia social. Sólo en 2018 se perdieron 18.600 empleos industriales. Crecieron ostensiblemente los registros de desigualdad (medidos por el índice de Gini) aunque todavía no reflejan el profundo deterioro producido durante los últimos dos meses. Un dólar sin control, una inflación que superará los 30 puntos este año, y un ajuste de 200.000 millones de pesos exigidos por el FMI, cuya señal de largada es el decreto presidencial que establece 6 mil despidos en el Estado nacional.

La crisis económica y financiera comienza a constituirse en crisis social y política. El gobierno se encuentra en una encerrona, atizada además por las permanentes provocaciones de sus principales dirigentes, desde Macri para abajo. Si los dueños de la pelota hablan de “retirada”, es porque vislumbran que quienes gobiernan ya no están en condiciones de garantizarles la preminencia de sus intereses de clase. Por eso ensayan alternativas, llámense Massa, Pichetto, Urtubey, Schiaretti…y pará de contar. Su principal temor se llama Cristina, cuya vigencia es la principal diferencia cualitativa respecto a los dramáticos días de diciembre de 2001, donde muchos creyeron que el “que se vayan todos” era la salida política. Hoy sí contamos con un proyecto alternativo y liberador, con 12 años de enormes avances y conquistas en la mochila. Nuestro desafío sigue siendo el mismo, aunque resulte repetitivo: construir desde abajo, en las luchas, los medios que permitan organizar a quienes están decididos a confrontar con el neoliberalismo. Y lograr que esos pulmones, más grandes o más chicos, confluyan en una fuerza política de carácter frentista. Con pasión, con creatividad, con flexibilidad y determinación, es el aporte de los comunistas.