BRASIL

El lulismo crece

 A un mes de las elecciones y ante el crecimiento en las encuestas de Fernando Haddad, el poder real comienza a operar de forma descarada apostando por el candidato derechista que mejor mide: el neoliberal pro-dictadura Jair Bolsonaro, quien sufrió un sospechoso ataque en una manifestación.

 Mientras el gobierno golpista de Michel Temer implementa un feroz ajuste contra el pueblo brasileño (reforma laboral y del sistema previsional, congelamiento de la inversión pública, recortes en educación, salud y tecnología, entre otras medidas) y en el marco de la campaña electoral para las presidenciales de octubre, el pasado 6 de septiembre el candidato de la ultraderecha, Jair Bolsonaro, fue atacado de forma sospechosa en una manifestación. Mientras era levantado por sus seguidores, un hombre saltó de la multitud con un cuchillo y le realizó un corte en el estómago. Bolsonaro, filmado de forma permanente por las cámaras de tv, fue trasladado al hospital sin que en ningún momento se viera ni una gota de sangre.

La primera información difundida por los medios fue que la herida había sido superficial y que el candidato se encontraba bien. Unas horas después los medios comenzaron a difundir otra información: Bolsonaro se encontraba fuera de peligro, pero la herida había sido “grave”, perforando su hígado, pulmón e intestino; y que la pérdida de sangre había sido de un 40%. Las sospechas comenzaron a surgir: ¿fue todo una operación?, ¿existió realmente esa puñalada? No sería la primera vez que la derecha brasileña fabrica escenarios de este tipo (o incluso operaciones mayores) para influir en las elecciones. En Argentina conocemos bien estos modus operandi de los servicios de inteligencia, el Poder Judicial y los medios adictos al imperialismo. Sea verdad o mentira, a partir de entonces Bolsonaro pasó a ser un “mártir” para la mayoría de los medios privados del país, que inmediatamente salieron a acusar al lulismo del “atentado”, diciendo que el atacante era del PT (algo que fue desmentido luego). Si bien todo el resto del espectro político dudó de la veracidad de lo sucedido, todos salieron a condenar el ataque. A esto hay que agregarle que, dos días antes y como parte de la misma estrategia, Fernando Haddad había sido acusado por una fiscalía por lavado de dinero. Una denuncia descabellada que aparece como arte de magia en el preciso momento en que el Tribunal Supremo Electoral, apretado por el ejército, le prohibía a Lula participar de las elecciones.

A pesar del espectáculo mediático, que intentó fortalecer a Bolsonaro y afectar al candidato del campo popular, a la semana del hecho se dieron a conocer nuevas encuestas que frustran las expectativas de la derecha. Bolsonaro mantuvo su intención de voto en torno al 22-24 por ciento en primera vuelta (es decir, no subió nada en comparación con encuestas anteriores) demostrando que la operación mediática no dio el resultado esperado. Por el contrario, el que si creció fue Fernando Haddad, que pasó a disputar el segundo puesto, empatando técnicamente con otros tres candidatos. Tanto Haddad (PT), como el “laborista” Ciro Gomes (PDT), la ecologista Marina Silva (REDE) y el neoliberal Geraldo Alckmin (PSDB) se encuentran empatados con porcentajes entre el 9 y el 15 por ciento. De todos los candidatos, Haddad es el único que creció desde que fue ungido para liderar la fórmula del lulismo (empezó midiendo apenas un 4% hace un mes). Se espera que su candidatura se siga fortaleciendo en el transcurso de la campaña electoral y que sea el candidato que dispute la segunda vuelta contra Bolsonaro.

En el balotaje, las chances de triunfo de la derecha son escasas ya que la mayoría de los votos del PDT, REDE y otros partidos menores de izquierda y centro izquierda, migrarían hacia la fórmula de Fernando Haddad (PT) – Manuela D’Ávila (PCdoB); mientras que Bolsonaro recibiría solo los votos del PSDB y del desprestigiado PMDB del actual mandatario Michel Temer.