BRASIL

“Que la tristeza se transforme en resistencia”

La victoria de Bolsonaro abre una nueva etapa en Brasil, cuyo pueblo deberá reorganizarse y construir una unidad popular más amplia para resistir la aventura autoritaria y defender las conquistas históricas obtenidas con el PT, además de evitar el remate del patrimonio público y la destrucción de la industria nacional.

 Con el total de las mesas escrutadas, el candidato de la ultraderecha neoliberal, Jair Bolsonaro, se imponía en el balotaje con el 55,1% de los votos frente al 44,9% del candidato del campo popular, Fernando Haddad. Los comicios estuvieron viciados desde un principio. En primer lugar, por el ilegal encarcelamiento del principal y único líder de la oposición: el compañero Lula. El ex presidente habría ganado holgadamente las elecciones de haber podido participar. Todas las encuestas lo mostraban como ganador en primera vuelta con más del 44% de los votos, contra el 26% de Bolsonaro. Esta fue precisamente la razón por la que el poder real encarceló a Lula con falsas acusaciones de “corrupción”. A esta situación se le sumaron las constantes amenazas por parte de sectores reaccionarios de las Fuerzas Armadas contra las instituciones de la República, en especial contra el Supremo Tribunal Federal (STF) y contra el Tribunal Superior Electoral (TSE). En segundo lugar, por la feroz campaña mediática para ensuciar a la formula opositora, bombardeando las redes sociales con “fake news” y fabricando operaciones de prensa desde los diarios y la TV.

También es importante tener en cuenta que, a un mes de la primera vuelta, Fernando Haddad era desconocido para la mayoría del electorado, con solo un 4% de intención votos. A pesar de eso, consiguió pasar a segunda vuelta y obtuvo más de 47 millones, una verdadera epopeya política que genera esperanzas a futuro, sobre todo teniendo en cuenta el apoyo mayoritario de la clases humildes del nordeste del país.

Respecto a la nueva etapa que se abre, Bolsonaro ya dejó en claro que su política económica será la del neoliberalismo. Sus principales propuestas durante la campaña fueron la liberalización unilateral de aranceles y la quita de protección a la inmensa industria nacional brasileña. El sector más codiciado por el imperialismo es el sector energético, en especial la producción de petróleo. En ese sentido, Bolsonaro planteó la posible privatización de Petrobras, una de las empresas estatales más grandes y poderosas del mundo. Brasil es hoy el sexto productor mundial de petróleo, una posición que fue escalando con los años gracias a su política de posicionar al Estado, a través de Petrobras, como columna vertebral del sector. Ese modelo exitoso es justamente lo que el nuevo gobierno quiere destruir para entregárselo en bandeja al imperialismo. El futuro ministro de Economía, el “Chicago Boy” Paulo Guedes, no esperó ni un día para afirmar que el “foco de nuestro programa económico es el control del gasto público” (ajuste). Una línea idéntica a la de Mauricio Macri en nuestro país, que nos llevó a las garras del endeudamiento con el FMI.

Esta política neocolonial también se ve reflejada en su agenda internacional. Durante la campaña atacó en varias oportunidades a países que fomentan la multipolaridad, en especial a Rusia, a China Popular y a Venezuela. Contra el país bolivariano incluso llegó a ofrecer el territorio brasileño a los Estados Unidos como punta de lanza para una posible invasión. La política de multilateralidad histórica de Brasil será abandonada por una política de unipolaridad y relaciones carnales con los Estados Unidos. En consonancia, Bolsonaro amenazó en más de una oportunidad abandonar la cooperación sur-sur, debilitar al BRICS y retirar a Brasil del Mercosur, de la CELAC y de la UNASUR. Su objetivo económico principal, en lo que atañe a la asociación, es establecer tratados de libre comercio con los países imperialistas. Dada la importancia de Brasil (que posee una economía que está entre las diez mayores del mundo), estas medidas tendrán un fuerte impacto regresivo en América Latina, especialmente en su principal socio comercial: Argentina.

A pesar del resultado adverso ya comenzaron a organizarse grandes bloques populares y de izquierda en las dos cámaras del Parlamento, que buscarán confluir para dar la batalla desde la institucionalidad (el PT continuará teniendo la primera minoría en Diputados). Una batalla que también deberá dirimirse en las calles, presionando al gobierno para evitar que Brasil termine como la Argentina de Macri. A pesar de las presiones recibidas, los atropellos, las falsas denuncias, las persecuciones y el encarcelamiento de Lula, la fórmula del campo popular Fernando Haddad (PT) – Manuela D’Avila (PCdoB) consiguió conquistar un piso de casi el 45% de la población que no está dispuesta a entregar su Patria al imperialismo. Como dijo la camarada Manuela D’Avila, “que la tristeza se transforme en resistencia”.