Vivimos una circunstancia excepcional de la historia, cuyo impacto último en la vida económica, política, social y cultural de todo el planeta está por escribirse. No obstante, no se trata a nuestro entender de un “camino hacia lo desconocido”, como muchos lo intentan presentar. La crisis que surge de la pandemia Covid-19 acelera una tendencia fundamental de la etapa actual, que es la declinación de la hegemonía unipolar de los Estados Unidos y su política neoliberal. Pocas veces hemos podido observar con tanta crudeza el desprecio del imperialismo por la vida humana, en particular fronteras adentro. En Nueva York muere una persona cada seis minutos. En la meca del capitalismo global, los cuerpos se guardan en camiones refrigerados. Muy suelto de cuerpo, Trump declaró días atrás que esperan más de 200 mil muertes, mientras continúa negando la necesidad del aislamiento social.

La situación en Europa es dramática, no es una novedad. No sólo en los países con menor desarrollo, sino también en potencias como el Reino Unido y Francia. Afloran las desigualdades estructurales en el Viejo Continente, donde brilló por su ausencia la tan mentada “Unión Europea”. Bajo el neoliberalismo no hay unidad ni fraternidad: cada cual atiende su juego. Tuvieron que acudir los especialistas chinos, cubanos y rusos para contribuir a controlar el caos que rige en estos países, en especial en Italia y España. También partieron cargamentos con material sanitario de la República Popular China y la Federación Rusa hacia los mismísimos Estados Unidos, que de “unidos” tampoco tienen nada.

Con la pandemia del Coronavirus se desarmaron varios mitos, se derrumbaron muchos castillos de naipes. La creciente debilidad del imperialismo norteamericano y del neoliberalismo tiene una contracara inequívoca, y es la emergencia de China socialista como locomotora de un nuevo orden global, donde la humanidad tenga un destino posible. Luego de neutralizar el virus, de preservar la vida de su población y buscar una rápida recuperación de su economía (para beneficio del mundo además) los camaradas chinos se abocaron a ejercer la solidaridad entre los pueblos, el internacionalismo proletario. A la Revolución Cubana tampoco le sobra nada, bloqueada criminalmente desde hace más de 60 años. No obstante, como se dijo mucho durante estos días, Cuba sigue salvando vidas.

En América Latina se trazó también una línea divisoria. La dramática situación en Brasil, en Ecuador, en Chile o en Colombia es muy diferente a la que atraviesa nuestro país, o incluso Venezuela Bolivariana, donde a pesar de las dificultades (cuyo origen es el accionar terrorista de los Estados Unidos) hay una decisión férrea de atender a las necesidades de las mayorías.

El gobierno antineoliberal que encabezan Alberto y Cristina acertó en anticiparse a los acontecimientos, lo que le permitió ganar tiempo para responder en mejores condiciones a la inevitable propagación del Covid-19. En simultáneo se busca contener el impacto económico de un parate de semejantes proporciones. Al cierre de esta edición se conoció el DNU que prohíbe los despidos y suspensiones por 60 días, acompañado por nuevas medidas de respaldo hacia las pymes (ver pág. 4 y 5). Decíamos en el número anterior que la derecha no iba a hacer la plancha. La escalada en los precios, la decisión de Techint de despedir a 1450 trabajadores y el cacerolazo posterior es parte de un mismo juego de pinzas. Los aprietes se van a intensificar, y van a buscar cabalgar sobre un escenario realmente delicado. Nuevamente, recaerá sobre nuestro pueblo la tarea de defender a un gobierno que representa sus intereses y exigir que profundice los cambios en un sentido antineoliberal, más aún frente a las duras circunstancias que tendremos que atravesar.