Siendo las 23.01 horas del 8 de mayo de 1945, en un suburbio de Berlín, lo que quedaba del Alto Mando de la Wehrmacht firmó su rendición incondicional ante el Mariscal Gueorgui Zhúkov, comandante del Ejército Rojo Soviético. En Moscú ya era la madrugada del día 9 de mayo, por lo que los pueblos que más contribuyeron en vidas y heroísmo a salvar a la humanidad de la barbarie nazi, supieron la feliz noticia esa mañana de su tan grandiosa como dolorosa victoria.

Mucho se ha debatido, y se seguirá haciendo, sobre este tema secundario de la fecha y horario del acontecimiento histórico que modificó, como la Revolución Rusa de 1917, los destinos del mundo en el siglo XX. Y no por ser secundario deja de tener importancia a la hora de analizar algunos detalles importantes a saber. Cuando el Ejército Rojo tomaba Berlín, una parte del ejército alemán quiso apurar su rendición ante los aliados occidentales (EEUU, Gran Bretaña y Francia) para no tener que rendirse ante la Unión Soviética, su enemigo principal y su principal vencedor. De hecho, muchos nazis y colaboracionistas lograron refugio clandestino en las “democracias” occidentales que habían sido sus cómplices iniciales en pos de destruir al primer país del socialismo.

De esto último dan cuenta innumerables documentos secretos desclasificados con el correr de los años, así como las famosas cartas de Winston Churchill a Benito Mussolini, insistiéndole que alentara a Hitler a destruir a la Unión Soviética. Pero como ha pasado con tantas tragedias engendradas por el imperialismo en el mundo, los grandes medios de comunicación y la industria cinematográfica y cultural en general del mundo capitalista, se encargaron de ocultar ciertas verdades elementales y construir una realidad virtual y trastocada de los hechos e intenciones de los intereses de clase en pugna.

Tal fue la opereta de la rendición de Reims, Francia, del 7 de mayo de 1945, la que fue denunciada por la URSS, porque parte de la Wehrmacht no acababa de rendirse ni terminaba de ocupar partes de Austria, Checoeslovaquia y Yugoeslavia, y era el Ejército Rojo el que había ocupado Berlín. La parodia de Reims fue desbaratada y finalmente, la capitulación definitiva de la maquinaria bélica más poderosa y repudiable de la historia tuvo que darse en Berlín frente al Alto Mando Soviético.

Pero vamos a la cuestión de fondo. Sintética y gloriosamente, los pueblos de la Unión Soviética y los comunistas de toda la Europa ocupada, incluso de la misma Alemania, fueron los héroes de aquella batalla crucial de la humanidad contra la bestia nazi. Los 27 millones de soviéticos caídos en la gran conflagración o los cientos de miles de partisanos europeos anónimos que dieron sus vidas por la liberación, o los millones de chinos, vietnamitas, coreanos y hasta los comunistas japoneses, parece que no existieran para el sentido común de los pueblos manipulados por la maquinaria mediática del imperialismo. ¿O es que el Sargento Sanders o John Wayne ganaron semejante guerra? ¿Por qué ha sido ocultado sistemáticamente quién fue el verdadero liberador de los terribles campos de concentración del nazismo?

La humanidad entera le debe una eterna gratitud a quienes más hicieron para terminar con aquel infierno. Y cierto es también, que por más que se intente tergiversar la historia desde el oráculo mediático de la burguesía decadente, la sola imagen de la bandera roja con la hoz y el martillo flameando en aquella cúpula de Berlín, siempre valdrá más que millones de falacias.

Es por eso que, en este Día de la Victoria, así como los patriotas argentinos decimos que “la sangre derramada no será negociada”, los comunistas argentinos no negociaremos jamás la sangre y el ejemplo heroico de nuestros camaradas del mundo.

¡Gloria a la Unión Soviética, gloria a los pueblos de la URSS, gloria al Ejército Rojo vencedor del nazi-fascismo!