En medio del derrumbe económico mundial como consecuencia de la pandemia, Estados Unidos marca un doble record: muertos por coronavirus y caída estrepitosa del PBI. Al mismo tiempo, apunta sus cañones contra la República Popular China, cuyo desarrollo continúa indetenible.

El 3 de noviembre, Estados Unidos celebrará elecciones presidenciales que deberán decidir si el actual mandatario, Donald Trump, continúa en la Casa Blanca o si será sucedido por el candidato del Partido Demócrata, Joe Biden. Gane quien gane, está claro que la política exterior imperialista contra la República Popular China continuará escalando, una confrontación que no es solo económica sino ideológica. Liderando los ataques se encuentra el Secretario de Estado yanqui, Mike Pompeo, quien sin tapujos planteó romper “la hegemonía del Partido para cambiar verdaderamente la China Comunista”. Estos comentarios de Pompeo “revelan la preocupación de la administración Trump de que China eclipse a Estados Unidos”, afirmó como respuesta Wang Wei, profesor la escuela del Partido Comunista de China (PCCh).

A diferencia de lo que sucede en el centro del imperialismo, la pandemia en el gigante asiático ya no es un problema y el socialismo con características chinas ya encendió sus motores económicos. El producto interno bruto (PBI) del país creció un 3,2% interanual en el segundo trimestre de 2020, y en junio se registró una caída del desempleo urbano al 5,7%. Por el contrario, el PBI de EE.UU. se desplomó un -33% en el mismo lapso, un record histórico, a la vez que las inversiones privadas cayeron un -49%, lo que dificulta una pronta recuperación. Es así como empresas chinas como Huawei, Tencent, Alibaba, entre otras, no paran de crecer en todo el mundo. Estados Unidos no está dispuesto a competir y perder mercado frente a empresas “controladas por el Partido Comunista”, como le gusta repetir a Pompeo. Por ejemplo, este año las empresas de telecomunicaciones y redes sociales, Tencent Holdings y Alibabá, superaron a Facebook con una capitalización cercana a los 700 mil millones de dólares cada una. Mientras China continúe creciendo, veremos cada vez más empresas chinas ingresando en la cúspide de las compañías más grandes del mundo. Por eso los manotazos de ahogado del poder real en EE.UU. prohibiendo la compra de celulares Huawei o la utilización de la red social Tik Tok en territorio yanqui.

Esta situación de superioridad del modelo económico chino provoca que el imperialismo se torne más agresivo ante la pérdida de su hegemonía. Así es como la administración Trump no solo está atacando a empresas chinas, sino que además busca constantemente conflicto en la región del Mar de China meridional. Ahora no solo se entrometen en los asuntos internos de Pekín (ya sea con falsas denuncias de violación a los DD.HH. o financiando grupos violentos en Hong Kong), sino también amenazan con provocaciones militares en territorio soberano del gigante asiático. Los yanquis, ignorando las leyes internacionales, vienen llevando a cabo en lo que va del año más de dos mil incursiones militares en el Mar de China meridional, lo que podría provocar un conflicto bélico a gran escala entre las dos potencias. El Ejército Popular de Liberación se encuentra en alerta permanente monitoreando estas incursiones ilegales y previniendo la entrada de buques de guerra en su territorio. Estas provocaciones se suman al cierre del consulado chino en Houston (acusado de espionaje sin fundamento alguno), lo que provocó que China haga lo mismo con el consulado estadounidense en Chengdu. “De seguir este camino equivocado, China reaccionará con contramedidas firmes”, dijo Wang Wenbin, portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores de China. Por su parte, Hua Chunying, portavoz de la Cancillería del país asiático, acusó a EE.UU. de ser “el principal violador de los derechos humanos en el mundo” y calificó como la “mayor mentira del siglo” las acusaciones de Washington en relación al espionaje y a las supuestas violaciones a los DD.HH.

En un mundo en crisis y con un imperialismo cada día más agresivo, la República Popular China demuestra que otro modelo de desarrollo es posible y que la lucha por la construcción del socialismo continúa más vigente que nunca. Los países en vías de desarrollo, que sufrieron en las últimas décadas la imposición del neoliberalismo y la rapiña del imperialismo, hoy ven en China socialista una potencia que no busca hegemonismo y cuya asociación estratégica permite un verdadero desarrollo productivo en beneficio de los pueblos. El ejemplo más reciente está en las palabras del camarada Xi Jinping, quien prometió que todas las vacunas desarrolladas en China contra el COVID-19 estarán disponibles como “bien público global”.