Por Rodolfo G. Módena
Este 7 de abril se cumplió un año de la más que injusta detención del dos veces Presidente de Brasil, el compañero Luiz Inácio Lula Da Silva.
Líder sindical de los metalúrgicos de San Pablo, fundador y líder de la Central Única de Trabajadores (CUT) y del Partido de los Trabajadores (PT), Lula no solo llegó a ser el primer Presidente obrero de Brasil, sino que sigue siendo el dirigente político con mayor popularidad en la historia de la hermana nación.
Desde la resistencia obrera al neoliberalismo de los años ochenta y noventa del siglo XX, Lula accedió a la Presidencia luego de ganar con el 61% de los votos en la segunda vuelta electoral del 27 de octubre de 2002. Asumió el 1º de enero de 2003. Fue reelecto con el 60,82 % en el ballotage del 29 de octubre de 2006, gobernó hasta el 1º de enero de 2011 y dejó la Presidencia con un 80% de popularidad.
Durante sus gobiernos, el Proyecto Nacional de Desarrollo impulsado por Lula sacó a 30 millones de brasileños de la pobreza, creció el consumo, la producción y el empleo, hubo un avance extraordinario en las áreas de salud, educación y previsión social, se triplicó el Producto Bruto Interno y se ubicó a Brasil como una de las cinco potencias emergentes integrantes del BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica).
En política exterior, junto a la Argentina de Néstor y Cristina Kirchner, y la Venezuela bolivariana de Hugo Chávez, lideró el NO al ALCA del 5 de noviembre del 2005, infligiendo una dura derrota al imperialismo norteamericano y un bochornoso momento para el presidente de los Estados Unidos, George W. Bush, en la IV Cumbre de las Américas celebrada en Mar del Plata. Juntos hicieron crecer al MERCOSUR, fundaron la UNASUR y la CELAC, priorizando el eje de la integración regional latinoamericana y caribeña.
Lo sucedió en la Presidencia la compañera Dilma Rousseff en 2011 y fue reelecta, iniciando su segundo mandato el 1º de enero de 2015, dando continuidad, en lo fundamental, aunque con cierta desaceleración producto de la caída de los precios internacionales de los commodities, al Proyecto Nacional de Desarrollo. Hasta que se puso en marcha la ejecución del esquema de los “golpes blandos” del imperialismo para derrocarla. Al hostigamiento mediático y judicial le siguió el Golpe Parlamentario (como los dados a Manuel Zelaya en Honduras por orden de la Corte Suprema y ratificación parlamentaria en 2009 y a Fernando Lugo en Paraguay mediante juicio político parlamentario en 2012).
Dilma sería suspendida el 13 de mayo de 2016 y destituida el 31 de agosto del mismo año, asumiendo la Presidencia el verdaderamente corrupto, traidor y entreguista vicepresidente Michel Temer, quien comenzó a desandar el camino iniciado por Lula y a seguir las recetas neoliberales dictadas por el imperialismo y el FMI.
Pero el golpe debía continuar. Lula se encaminaba a la victoria en las presidenciales del 7 de octubre de 2018 y en la segunda vuelta del 28 del mismo mes y año. Entonces, la ofensiva mediática y judicial para impedir su regreso a la Presidencia, culminó con un proceso tan vergonzoso y patético como el de la destitución de Dilma. Lula fue condenado a prisión, sin la más mínima prueba de lo que se lo acusó, por el nefasto juez Sergio Moro, una especie de Bonadío brasileño.
Con Lula proscripto, la fórmula presidencial tuvo que ser encabezada por Fernando Haddad del PT, acompañado por la joven Manuela D’Ávila del Partido Comunista del Brasil (PCdoB) como candidata a vicepresidenta.
Con todo el aparato multimediático a su favor, el ex militar neoliberal-fascista Jair Bolsonaro se impuso sobre el compañero Haddad en segunda vuelta. Hoy gobierna Brasil un ultraderechista, homofóbico, reivindicador de la dictadura surgida del Golpe de Estado de 1964 y de la tortura como instrumento legítimo, confeso y rabioso anticomunista; un fascista hecho y derecho. A su vez, lleva adelante las políticas de ajuste neoliberal y se pone en línea con los Estados Unidos en su cruzada contrarrevolucionaria contra la hermana y heroica República Bolivariana de Venezuela. Bolsonaro expresa, cabalmente, lo que calificamos como neoliberal-fascismo: categoría que combina liberalismo económico y fascismo político.
Y el verdugo de Lula, el ignominioso ex juez Sergio Moro, cobró sus servicios siendo nombrado Ministro de Justicia de Brasil.
Hace un año, Luiz Inácio Lula Da Silva, decía ante decenas de miles de manifestantes: “Si es por ese crimen, el de llevar a los pobres a la universidad, a los negros; que los pobres puedan comprarse un auto, ir en avión… Si ése es el crimen que cometí, voy a continuar siendo un criminal en este país, porque voy a hacer mucho más”.
Un clamor sigue recorriendo el mundo: ¡Libertad a Lula! ¡Lula libre!