La manifiesta agresividad de la política del imperialismo se explica por la creciente dificultad de los Estados Unidos para imponer sus posiciones en el concierto de las naciones. No es un proceso nuevo, no obstante se expresa cada día con mayor crudeza. El grado de aislamiento de los yanquis es ostensible, lo que los vuelve más peligrosos. Con numerosos frentes abiertos, en todos los escenarios chocan con una férrea resistencia. Rompen las conversaciones con la República Popular China, imponen sanciones económicas por 200 mil millones de dólares: China responde con mayores aranceles al agro norteamericano, principal base social de Donald Trump. Arremeten contra la República Islámica de Irán, contra su producción petrolera, la amenazan militarmente: Irán informa sobre cambios en el acuerdo nuclear conocido como 5+1, cambios que derivan en un incremento de su capacidad defensiva. Venezuela bolivariana es otro de sus principales campos de batalla, donde confrontan además con la Federación Rusa. Lo cierto es que no logran doblegar a Nicolás Maduro y al pueblo chavista, incluidas sus fuerzas armadas. En un símil de los ’90, buscan nuevamente rendir por hambre a Cuba Socialista, apelando a la criminal ley Helms-Burton. Pero si no pudieron antes, con el mundo a sus pies, menos van a poder ahora.
Creemos necesario observar el contexto global para comprender por qué los yanquis se juegan en nuestro país una bala de plata. Una derrota del neoliberalismo en octubre abriría la posibilidad de un cambio en la correlación de fuerzas en América Latina, debilitando aún más sus pretensiones hegemónicas. El FMI ha resuelto financiar la campaña electoral de Macri (si es que se concreta su candidatura) en el marco de una crítica coyuntura económica y social. Contener al dólar es un desafío cuando los sectores especulativos se deshacen de los bonos argentinos y dolarizan sus activos. Esta colosal fuga de divisas sostenida con emisión de deuda (con un promedio de 2000 millones de dólares mensuales) es parte de la verdadera pesada herencia que nos lega el neoliberalismo.
Ni que hablar del tembladeral social que deja este gobierno. Un cementerio industrial, miles de pymes en bancarrota, millones de pobres y desocupados. La inflación de abril oscilará el 4%, profundizando la caída sin fondo del poder adquisitivo de los salarios. Esta tragedia explica el enorme descontento de una abrumadora mayoría que expresa su repudio en miles de luchas que se desarrollan cotidianamente, soslayadas arteramente por los medios masivos. Una de ellas fue la impulsada por una parte del movimiento obrero el pasado 30 de abril donde, a pesar de la obscena complicidad del sindicalismo patronal, se logró paralizar una parte significativa de la actividad.
Otra de las manifestaciones del rechazo generalizado se expresa en los resultados electorales. Ocho derrotas consecutivas para el gobierno. La última fue en la provincia de Córdoba (meca de Cambiemos) donde perdieron además la ciudad capital, gobernada por la UCR desde el retorno a la democracia. Acto seguido comenzó un descarnado pase de facturas entre los miembros de la alianza gobernante. Habrá que observar si la sangre llega al río, considerando que el próximo 27 el radicalismo realizará su convención nacional, con muchos sectores internos que le tienen pánico a un nuevo 2001.
El pasado 9 de mayo se produjo un terremoto político. Cristina presentó ante decenas de miles de personas el libro Sinceramente, que se transformó además en un verdadero suceso editorial. El día comenzó con un confuso episodio en las cercanías del Congreso, que el gobierno buscó presentar rápidamente como un “atentado a la democracia”, “un nuevo Nisman”, “un ataque de las mafias de la política”. Más allá del ridículo montaje (habida cuenta de que se trató de un crimen sin connotaciones relevantes) lo cierto es que van a intentar enrarecer el clima político para enrarecer el clima electoral. Cualquier bondi les va a venir bien si les permite evadir la discusión económica. Sería estúpido subestimar las habilidades de los yanquis en este terreno.
El seguimiento televisivo de las palabras de CFK tuvo una medición (entre señales de aire y cable) de 36 puntos rating. No deja de sorprender el impacto político y emocional que genera su figura. Bajo una lluvia torrencial, miles se agolparon en las afueras de la Feria del Libro. Cristina llamó a construir un contrato social, única salida al desastre que atravesamos. Y convocó a una gran coalición electoral para vencer en octubre al candidato (o candidata) del neoliberalismo. Los que buscaban aislarla en torno al núcleo más duro, se quedaron con las ganas, rabiosamente con las ganas. Los planetas siguen orbitando alrededor de su estrella mayor. No hay discusión respecto a esto, menos aún en el seno del peronismo. No hay avenida del medio ni alternativa por fuera de la “grieta”, que no es otra cosa que Patria o Colonia. La lucha es entre dos proyectos y Cristina encarna las esperanzas e interpreta el sentir de las grandes mayorías. Para enfrentar lo que se viene será imprescindible su liderazgo, pero más todavía el compromiso y organización de las masas.