A 140 AÑOS DE SU MUERTE
¿Por qué está viva la obra de Karl Marx?
Lenin dijo alguna vez que aprender la doctrina de Marx sólo es posible aprendiendo toda la riqueza de la cultura y el pensamiento que la humanidad ha creado en el pasado.
Y es que Marx no fue el fundador de una secta o algún profeta autor de una nueva fe. Karl Marx, más bien, fue un revolucionario, un luchador por la emancipación de la humanidad. En este sentido, fue heredero de los grandes revolucionarios del pasado: del líder de los esclavos antiguos, Espartaco; del dirigente campesino alemán, Thomas Münzer; y del revolucionario radical francés, Robespierre. Podría decirse que Marx también era heredero -indirecto- de Belgrano, Castelli y Moreno; de Túpac Amarú y de Túpac Katari.
Pero aquello que distinguió a Marx era que él no solamente luchó y se sacrificó por la emancipación humana. Marx también heredó y continuó la obra de los más grandes pensadores de su tiempo. De los socialistas utópicos Saint Simón, Fourier y Owen; de los economistas ingleses Ricardo y Smith; y especialmente de aquél que según Engels era el ‘Aristóteles moderno’, G.W.F. Hegel. Estas cumbres del pensamiento europeo eran, a su vez, continuación de una tradición intelectual milenaria.
Marx reunió en su persona a la lucha de masas de los oprimidos junto con la cultura y el pensamiento más elevado de su tiempo. El resultado fue la concepción materialista de la historia, y la búsqueda científica de los caminos para la emancipación de los pueblos. Abandonando la fraseología y ponderando críticamente la experiencia revolucionaria del pasado, Marx buscó en el estudio concreto de la sociedad la posibilidad real de la superación de la miseria, la explotación y la alienación. Halló al sujeto de esta emancipación precisamente en los más explotados: en los asalariados. Y toda su vida Marx luchó, con la pluma y la acción, por la revolución socialista. Su gran aporte práctico fue la Asociación Internacional de Trabajadores: primera en su tipo. Su contribución teórica decisiva fue El Capital: crítica de la economía política, aquél ‘proyectil arrojado a la cabeza de la burguesía y los terratenientes, del cual no se iban a recuperar jamás’, según sus propias palabras.
Y efectivamente, jamás se recuperaron. El Capital es, ante todo, una profunda obra científica, una crítica radical de la sociedad burguesa y del modo de producción que la fundamenta. Pero no una crítica del capitalismo de la época de Marx, sino un estudio sistemático del capital en general, de cómo es la producción humana cuando está dominada por el capital, por la búsqueda de plusvalor, simplificando mucho: por la obtención de una suma de dinero mayor a la invertida, a través de la explotación de trabajo asalariado. En este sentido, la obra de Marx tiene una actualidad absoluta y no es posible comprender los dramas del presente sin el ‘lente’ que Marx ‘pulió’ para los revolucionarios.
La tarea -teórica y práctica- siempre actual es, precisamente, comprender críticamente cómo es hoy el sistema capitalista. El Capital no nos ofrece una explicación del capitalismo mundial del siglo XXI. Marx nos legó algo más importante: el camino para elaborar esta explicación. Eso mismo es El Capital y el método dialéctico de Marx, el camino para llegar a una respuesta concreta a través del estudio concreto de la realidad. Y en este sentido, comprender la realidad para transformarla.
Esto mismo es lo que hizo Lenin cuándo se preguntó por el fundamento del imperialismo, y constató que se había producido una transformación en el sistema capitalista: de la libre competencia hacia el monopolio. Descubriendo esa metamorfosis del capital, siguiendo el método de Marx, Lenin desentrañó los elementos decisivos de su época y pudo jugar el papel que la historia le requirió al frente de la Revolución de Octubre.
También los camaradas cubanos, con Fidel a la cabeza, siguieron el método de Marx cuando caracterizaron al sistema del capital contemporáneo como capitalismo monopolista transnacional. Y esa comprensión concreta de la actualidad es la que nos permite identificar a nuestro enemigo principal y actuar consecuentemente. Frente a la transnacionalización desnacionalizadora, nosotros luchamos por una internacionalización genuina de la soberanía popular, como dijera Fidel.
Pero nada de aquello hubiese sido posible sin el aporte de Marx. Por eso es actual, y por eso Engels tuvo razón cuando dijo que su nombre viviría a través de los siglos, y con él su obra.