SE CONSUMÓ EL GOLPE DE ESTADO EN BRASIL
“Sé que todo el mundo va a luchar”
Mirando de frente a sus verdugos, la compañera Dilma anticipó un escenario de dura confrontación en las calles. Los golpistas responden con represión y un retroceso en las libertades públicas y democráticas. Venezuela y Bolivia enfrentan también los planes destituyentes del imperialismo.
Dilma, durante su histórico alegato ante el Senado brasileño.
Finalmente el Parlamento brasileño, dominado por la derecha neoliberal, logró un nuevo paso de avance en la restauración conservadora del continente sudamericano.
El proceso político progresista que experimentó América Latina en el presente siglo, que permitió salir de la pobreza a amplias capas de la población, así como el ascenso social de millones, estuvo bajo ataque desde el mismo día en que se produce el primer triunfo electoral contra el neoliberalismo y la derecha.
Así, a lo largo de estos años vivimos los intentos golpistas contra Hugo Chávez, las prácticas desestabilizadoras permanentes, los ataques especulativos contra la moneda nacional, la fuga de capitales, la elusión y evasión fiscal con el propósito de restringir financiamiento al Estado para una distribución progresiva de la riqueza que favoreciera las políticas sociales que permitieron aquel crecimiento.
El secuestro y destitución de Zelaya en Honduras, la destitución de Fernando Lugo en Paraguay, fueron el prolegómeno de esta farsa llamada impeachment, con el cual se desplaza de su cargo a la primera mujer presidenta del Brasil. Dilma lo caracterizó como un Golpe de Estado racista, misógino y homofóbico, tal como queda demostrado al analizar los nombramientos del títere Temer, donde no se verifica la presencia de mujeres ni negros y cuyas principales medidas económicas están orientadas a recortar los derechos sociales adquiridos desde 2003.
Contrariamente a lo ocurrido en Paraguay, donde la correlación de fuerzas entre el progresismo y la derecha permitió aplicar sanciones legales al régimen resultante de la asonada “constitucional”, esta vez solo Venezuela, Ecuador y Bolivia actuaron con rapidez y contundencia ante el golpe, mientras que los restantes países de la UNASUR y MERCOSUR ensayaron respuestas dispares, cuya cumbre tal vez se verifique en la velocidad con que la administración Macri reconoció a Michel Temer en consonancia con la posición del Departamento de Estado yanqui.
Día a día queda más clara la farsa de la acusación contra Dilma. Hasta un senador de la oposición admitió en televisión que ellos sabían que la presidenta no había cometido ningún crimen de responsabilidad. 61 votos, emitidos por senadores que en su mayor parte afrontan acusaciones o procesos por corrupción, pusieron fin a la mayor etapa de crecimiento social del Brasil para favorecer sus negocios y negociados, en el primer capítulo de una historia que recién comienza y tendrá marcada su hoja de ruta en los Tribunales Internacionales a partir de la revisión pedida por la defensa de Rousseff al Sistema Interamericano de Justicia.
“Escuchen bien -afirmó Dilma al consumarse el Golpe-. Creen que nos ganaron, pero están equivocados. Sé que todo el mundo va a luchar. Habrá contra ellos la oposición más firme, incansable y llena de energía que un gobierno golpista puede sufrir. Cuando el presidente Lula fue elegido por primera vez en 2003, llegamos al gobierno cantando juntos que nadie debe tener miedo de ser feliz. Por más de 13 años, realizamos con éxito un proyecto que promueve la mayor inclusión social y la mayor reducción de las desigualdades en la historia de nuestro país. Esta historia no termina bien. Estoy segura de que la interrupción de este proceso por el golpe no es definitiva. Estaremos de vuelta. Volveremos a continuar nuestro viaje hacia un Brasil donde el pueblo es soberano.”
El revanchismo fascista irá ahora por Lula en un intento de obturar (por medio de una Justicia completamente sometida a los poderes concentrados con la anuencia de los grandes medios de comunicación) su posible candidatura en 2018.
Venezuela es la próxima parada del camino de la restauración conservadora, envalentonada por el triunfo electoral en la Argentina y el golpe asestado a la democracia en tierras cariocas.
Aguarda a los movimientos sociales y políticos progresistas avanzar hacia mayores niveles de conciencia y organización, que nos permitan enfrentar, con inteligencia, el destino de neocoloniaje diseñado por el imperialismo para nuestros pueblos.