Luego de la fallida operación injerencista en torno a la “ayuda humanitaria”, EE.UU. profundiza su agresión contra el pueblo venezolano. Esta vez saboteando masivamente el sistema eléctrico nacional. Pese a los ataques, la Revolución salió a las calles fortalecida.
Desde las cinco de la tarde del jueves 7 de marzo, Venezuela sufrió un apagón que se prolongó durante varios días y afectó a más del 70% del territorio nacional. El ministro de Energía Eléctrica, Luis Motta Domínguez, denunció que el hecho se debió a un sabotaje contra la central hidroeléctrica de Guri, la segunda represa más grande del continente después de la de Itaipú en Brasil, y responsable de la mayor parte de la producción eléctrica de Venezuela. Jorge Rodríguez, ministro de Comunicación, también se refirió al hecho como un “sabotaje criminal y brutal contra nuestro sistema de generación de electricidad destinado a dañar al pueblo venezolano para generar caos y desesperación generalizada”.
Tras el primer ataque, el gobierno comenzó a solucionar el problema rápidamente, pero luego sucedieron dos nuevos ataques consecutivos que prolongaron los cortes hasta el martes 12 de marzo. Al cierre de esta edición, la empresa estatal de electricidad, COPROELEC, continúa trabajando y restaurando la electricidad en todo el país.
El plan de sabotaje terrorista contra los servicios eléctricos no es nuevo. Fue aplicado por el imperialismo en varios intentos de golpe de estado a lo largo de la historia. En Chile, por ejemplo, poco antes de derrocar y asesinar al presidente Salvador Allende en 1973, se produjo un apagón masivo para generar descontento en la población.
Desde la oposición cacarean que se debe a una falta de mantenimiento del sistema. Algo extraño teniendo en cuenta la magnitud del corte. El sabotaje contra el sistema eléctrico no es nuevo en Venezuela tampoco. Según cifras oficiales, en los últimos años hubo cerca de 200 muertos o electrocutados al intentar sabotear líneas de alta tensión o incendiar instalaciones. La única explicación para entender la magnitud del actual apagón se debe a que fue un ataque cibernético externo.
Mientras el autoproclamado Guaidó salió a exculpar al imperialismo diciendo que el sistema eléctrico es analógico y no puede recibir un ciberataque, desde la revista capitalista Forbes salieron a desmentirlo. Otro indicador que demuestra el sabotaje son las declaraciones del senador republicano Marco Rubio, prácticamente al mismo tiempo que sucedía el ataque. “El mensaje de Rubio en la red social de Twitter es una verdadera confesión criminal”, enfatizó Jorge Rodríguez, tildando a Rubio de “adivino”, ya que dio la información antes de que sucediera. “Deberá explicar al mundo cómo supo que el sistema de control automatizado de respaldo de la central hidroeléctrica de Guri había sido dañado”. Las mentiras tienen patas cortas. Incluso, para sorpresa de la oposición fascista venezolana, el diario The New York Times publicó una nota donde responsabiliza a los guarimberos del incendio de la “ayuda humanitaria” el pasado 23 de febrero.
El imperialismo esperaba generar un caos generalizado en el país, llevando al pueblo a un nivel de desesperación y enfrentamiento; sin embargo, nada de esto sucedió. La derecha continúa dividida sin agenda propia, recibiendo órdenes de afuera, y mostrándole al pueblo un nivel de odio extremo que le hace perder protagonismo. Mientras tanto, el chavismo se movilizó el sábado 9 de marzo de forma masiva (en pleno apagón) superando ampliamente la marcha de Guaidó, que fue ocultada por la prensa hegemónica para no mostrar la poca convocatoria.
El pueblo bolivariano sigue demostrando un elevado nivel de conciencia de clase y una capacidad de movilización extraordinaria. Esta arremetida será derrotada.