Alberto Fernández asume su mandato con un marco regional convulsionado por fuertes luchas políticas y sociales. El denominador común es el repudio al neoliberalismo, raíz de quebrantos de pueblos y naciones en nuestro continente. La política del imperialismo es resistida en las calles y busca sostenerse a sangre y fuego con un rol casi excluyente de las fuerzas represivas. Hay pocos antecedentes de una espiral de estas características, que se expresa masivamente pese a los ataques del enemigo, los muertos y la violencia institucional.
Luego de la derrota de Macri en nuestro país sobrevino el golpe de Estado en Bolivia: una respuesta sincronizada. Los Estados Unidos están decididos a imponer su voluntad en lo que consideran su “patio trasero”, más aún cuando zozobra el ciclo neoliberal que tiñó el mapa latinoamericano durante los últimos años. Es mucho lo que está en juego para los intereses de los yanquis. El accionar de López Obrador y AF para salvaguardar la vida de Evo mostró la disposición de dos pesos pesados (México y Argentina) para enfrentar desde una posición común la embestida norteamericana.
Nuestra nación se encuentra en estado crítico, fuertemente condicionada por un colosal endeudamiento, derrumbe económico, emergencia social y alimentaria. Macri deja un verdadero tembladeral, situación que debemos exponer con claridad. Por derecha y por “izquierda” van a azuzar para exigir resultados inmediatos, que la esperanza derive en impaciencia y esta a su vez en frustración, medios masivos mediante. No obstante, el sentimiento mayoritario hoy es otro, de una enorme expectativa frente a la evidencia de un cambio de rumbo político.
Con el resultado puesto, desde el 27 de octubre el enemigo comenzó a trabajar sobre dos andariveles principales. Por un lado, romper el Frente de Todos y dañar su cohesión interna, para lo cual buscaron (buscan) por todos los medios meter una cuña entre Alberto y Cristina. En simultáneo, arreciaron las presiones de los factores de poder para diseñar un gabinete funcional a la continuidad del neoliberalismo. Ninguna de las dos acciones prosperó. Más bien lo contrario.
En el ámbito legislativo se conformó primero en el Senado un bloque unificado del FdT, con 41 senadores y quórum propio para sesionar. En la Cámara de Diputados, el FdT constituye la primera minoría (a pocos votos del quórum) con la conducción ya formalizada del compañero Máximo Kirchner. Fueron ostensibles los intentos por partir el bloque o constituir un interbloque con diversas jefaturas. En el caso de Cambiemos sí tuvieron que habilitar bloques de las provincias para evitar una fractura expuesta.
Conciencia y unidad son atributos fundamentales para la etapa que se viene. La derecha va a golpear desde el primer día, va a buscar afectar la gobernabilidad, va a resistir cada medida destinada a revertir el estrago producido por Macri a partir de 2015. Ya lo avisó la Sociedad Rural y el conglomerado sojero-agroexportador, por citar un ejemplo. La “despedida” de Gendarmería a Patricia Bullrich (quien les dio carta blanca para reprimir) es otro mensaje. Son claros intentos de condicionamiento, que no debemos aceptar.
Crear conciencia es organizar la conciencia, es construir la fuerza política frentista donde confluyan aquellos y aquellas dispuestos a defender al gobierno naciente, empujar los cambios necesarios y enfrentar los ataques que el poder real prepara. Al mismo tiempo, preservar la unidad amplia que se ha constituido en el Frente de Todos (con su heterogeneidad e intereses diversos) concientes de que nuestro enemigo común sigue siendo el neoliberalismo.
Se requerirá de temple y firmeza, de inteligencia y audacia, de paciencia y perspectiva estratégica. Tuvimos la oportunidad de verla a Cristina días atrás en su histórico alegato frente al tribunal del lawfare. Podemos afirmar que allí estuvo todo condensado.