Por Rodolfo G. Módena
Hace diecisiete años, el 25 de mayo de 2003, asumía la Presidencia de la Nación Argentina el compañero Néstor Kirchner. Ese día se reinauguraba la esperanza abierta -y tantas veces abortada- de aquel mismo día de 1810.
También pasaron ya diez años de la gran fiesta patriótica del Bicentenario. Esa que nos hizo vivir la felicidad de tener Patria como nunca antes. Esa que, de la mano de Cristina, junto a Hugo Chávez y Lula Da Silva, nos hizo acariciar el sueño de la Patria Grande de nuestros revolucionarios de Mayo, de los libertadores San Martín y Bolívar, de generaciones de mujeres y hombres que lo dieron todo en nombre de ese sueño de libertad, democracia, justicia social e independencia económica al que nosotros definimos como camino argentino al socialismo.
¡Libertad, Igualdad y fraternidad! rezaba el lema de la Revolución Francesa en la que se inspiraron nuestros padres de mayo. ¡Proletarios y pueblos oprimidos de todos los países, uníos! rezaba la consigna de Lenin para la nueva época que aún estamos transitando los pueblos del mundo, cada cual con sus peculiaridades históricas y culturales nacionales, pero con la misma bandera irredenta de la solidaridad.
“Todo está guardado en la memoria”, dice nuestro querido León Gieco en su canción popular. Todo, absolutamente todo, tanto que no se puede resumir en una nota, porque la historia y la realidad de la vida, las esperanzas y frustraciones, los dolores y alegrías, las derrotas y victorias que se desenvuelven en el curso de la lucha, siempre son más inmensas que los mejores y más objetivos y posibles relatos.
Y es que esa memoria, la de la revolución interrumpida, la de la democracia verdadera, la equidad social y la soberanía nacional que representa el ideario de Mayo, está presente en estos días de pandemia, que realzan o hacen más evidentes aún las tareas irresueltas de nuestra historia nacional, de nuestra sociedad y de la humanidad toda. Mariano Moreno, Manuel Belgrano, Juan José Castelli, Bernardo de Monteagudo, Antonio Berutti, Nicolás Rodríguez Peña, Hipólito Vieytes, Domingo French y otros, no son solo nombres de calles, escuelas, plazas o ciudades. Deben ser memoria viva de nuestro pueblo; para saber de dónde venimos, dónde estamos y a dónde queremos ir como Nación.
Este 25 de mayo, como todos, es día de reflexión profunda para nuestro pueblo. Estamos ante una nueva encrucijada, con un gobierno democrático, nacional y popular, que está haciendo frente a esta batalla de la mejor manera posible: apelando a la ciencia y al principio básico de la solidaridad social.
Tenemos un pueblo que está dando muestras acabadas de su responsabilidad y compromiso con el prójimo. Lejos del egoísmo burgués que viene arrasando innumerables vidas humanas en las metrópolis imperialistas y en nuestros países hermanos dependientes, sujetos a gobiernos neoliberales y fascistas que se burlan y desprecian la vida de los pueblos.
Mayo nos vuelve a interpelar, como pueblo y como Patria, a seguir luchando por su realización inconclusa. Mayo nos convoca a seguir bregando por la solidaridad social: el único camino que tendremos como sociedad humana si es que no queremos que nuestra especie se extinga en pos de las ganancias, la mercantilización de la vida, la explotación predatoria e irracional de los recursos naturales del país y del planeta, y las injusticias sociales estructurales del mismo sistema capitalista, imperialista y neoliberal.
Mayo está en nuestro presente cuando nuestro país renegocia soberanamente la deuda externa contraída por el macrismo, cuando se reconstruyen el sistema sanitario, científico y tecnológico nacionales destrozados en cuatro años de neoliberalismo, cuando el Estado es el que financia las necesidades de los sectores más vulnerados de nuestra sociedad, al salario y el empleo, a las pequeñas, medianas y hasta grandes empresas, frente a los buitres financieros transnacionales y los caranchos locales de la especulación.
Mayo está vivo en las barriadas populares de la Patria, en los compañeros organizados para ejercer solidaridad, en los profesionales de la salud que se juegan la vida, en las víctimas y en los mártires de esta crisis.
Mayo nos exige una memoria irrenunciable, un presente de lucha y el compromiso de seguir caminando, unidos, hacia el horizonte necesario de los argentinos, de América Latina y de la Humanidad.
Mayo es presente, y nos convoca, una vez y otra vez, a la batalla de ideas y al combate político por la necesidad de nuestro tiempo: ¡Liberación o dependencia! ¡Patria o muerte! ¡Socialismo o muerte!
Porque, parafraseando a Fidel Castro en la Cumbre de la Tierra de Río de Janeiro, en 1992, aunque ya casi sea demasiado tarde, aún estamos a tiempo.