Bajo la premisa de que “no hay estabilización posible sin recuperación económica”, el gobierno nacional, a través del Ministro de Economía Martín Guzmán, cerró las negociaciones con casi la totalidad de los fondos privados de inversión. De esta manera, el pueblo argentino se ahorra más de 33.000 millones de dólares y gana tiempo para reconstruir la patria.
Tras un semestre de intensas negociaciones, y en el contexto extraordinario y devastador para la economía mundial que supuso la pandemia, la Argentina logró el ansiado acuerdo con un 90% de acreedores privados bajo ley extranjera respecto a la sideral deuda tomada en los últimos años bajo la administración Macri. Tras el acuerdo, si entre 2020 y 2024 vencían U$S 63.664 millones por todo concepto, vamos a pagar sólo U$S 6116 millones aproximadamente, ya que los acreedores redujeron su oferta un 70%, lo que representa un mejoramiento del 35% del total de la deuda para nuestro país.
El objetivo argentino en la negociación no estuvo centrado en lograr una quita record ni un plazo de pago muy extenso en el tiempo, sino en poder responder al compromiso con los propios recursos del país. Y como esos recursos, en plena pandemia y con una economía totalmente arruinada por el macrismo no están, se necesita tiempo para obtenerlos. Y se los obtiene con crecimiento. Ese es el tiempo que toca, el de crecer en todos los sectores de la economía.
Este acuerdo descomprime la gran demanda de dólares ocasionada por el servicio de deuda. Según un informe reciente del Banco Central, en el que se cuantifica la relación deuda-fuga durante el gobierno de Cambiemos, de cada 10 dólares que ingresaron, 8,6 se fugaron. Parar esa sangría es vital para que esos recursos se destinen a financiar la importación de insumos necesarios para reactivar los resortes del país, la obra pública (que será un sector clave en el plan de reestructuración que se viene) y por supuesto, seguir atendiendo la pandemia, y recuperar el consumo y la producción, fundamentales para un ciclo económico virtuoso. En el presupuesto 2019 los intereses de deuda alcanzaron el 21% del total de gastos, de esa manera ningún país podía crecer.
Los fondos de inversión con los que acordó nuestro país no son desconocidos: BlackRock, el que concentra mayor cantidad de deuda, detenta participación local en el Grupo Financiero Galicia, en los bancos Macro y Santander, es accionista de YPF y del grupo Mindlin (en las empresas Edenor, Transportadora de Gas del Sur y Pampa Energia). También tiene acciones en Central Puerto, Loma Negra, IRSA, Telefónica, Coca Cola, Bayer, Procter & Gamble, Tenaris, Mercado Libre, TGN, Arcos Dorados y Adecoagro.
Respecto al pequeño porcentaje de tenedores de deuda privados que restan, el gobierno espera que el alto grado de participación de los acreedores en la negociación ya pactada permita activar las cláusulas de acción colectiva, lo cual implicaría una resolución final de la reestructuración, sin presencia de los tristemente célebres holdouts, los fondos buitres que aparecen para continuar la especulación.
También resta la deuda con el Fondo Monetario Internacional por un total de U$S 44.000 millones con el que el organismo internacional financió la campaña de Juntos por el Cambio en 2019. El apoyo del FMI a la reestructuración local durante las negociaciones, apoyando la idea argentina de sostenibilidad de la deuda, y el tuit de felicitación de su titular Kristalina Georgieva la noche del acuerdo, son algunos indicios que señalan que la negociación con el organismo de crédito que huele a azufre, respecto a los activos que nuestro país contrajo en la era Macri, podría ser auspiciosa, aunque son de sobra conocidos los métodos intrusivos del organismo en las economías domésticas, aspecto a evitar a toda costa.
El negocio de los fondos de inversión en el siglo XXI no es que las deudas se cancelen, sino que se refinancien ad infinitum, con lo que el hecho de desendeudarse, como hizo el pueblo argentino por decisión política de Néstor Kirchner en 2005, fue un acto verdaderamente disruptivo. La necesidad de crecer resulta fundamental para recuperar la soberanía y el bienestar de todos los argentinos y argentinas.
Como dijo el Presidente recientemente en una declaración a través de sus redes sociales, “es tiempo de construir, también, un mundo con más empatía y sensatez, donde la producción y el trabajo estén por encima del capital especulativo. Donde las necesidades de los más pobres sean atendidas antes que los intereses de quienes están en una situación de mayor privilegio.”