Entre las PASO y las elecciones generales de 2019, la derecha (ya con el resultado puesto) se concentró en movilizar y exasperar los ánimos de su núcleo votante. El objetivo era condicionar al nuevo gobierno y preparar el terreno para la futura desestabilización. Lo que se vio durante los últimos días es una parte de esa base social (la más conscientemente reaccionaria), aunque con la amplificación del complejo multimediático todo es pasto para la exageración. Pocos pero ruidosos, es una correcta descripción acuñada por la crónica periodística. Desde el inicio de la pandemia vienen apuntándole al centro de la diana, aunque sin mucho éxito.
El anuncio de un entendimiento con los acreedores privados de la impagable deuda contraída por Macri impulsó a los factores de poder a buscar una vuelta de tuerca. Habían trabajado a destajo para que el país continuara con la deuda defaulteada o que, en su defecto, cerrara un acuerdo de ajuste y empobrecimiento para las mayorías. No lo lograron. Vienen desde el día 1 de la cuarentena promoviendo el caos sanitario, festejando como goles la cantidad de muertes y contagios. No sólo no se desmadró la situación de emergencia, sino que nuestro país va a producir junto con México una de las principales vacunas en carrera. Ahora juegan a todo o nada a frenar el proyecto de reforma judicial, que les puso los pelos de punta.
El lawfare se ha constituido en uno de los principales instrumentos del imperialismo para afirmar el neoliberalismo en nuestro continente. Lo intentaron con Cristina, lo lograron (aunque parcialmente) con Lula, proscribieron a Evo en Bolivia una vez consumado el golpe de Estado, buscan proscribir a Correa de cara a las elecciones de 2021 en el Ecuador. El proyecto de ley que ya se debate en el Senado se propone sanear Comodoro Py, eje de la persecución judicial en la Argentina. Los yanquis tienen sus motivos para abortar cuanto antes la experiencia del Frente de Todos. La áspera discusión por delante con el FMI también podría sentar un precedente incómodo para los intereses de la oligarquía financiera transnacional.
La oposición, según el derrotero impuesto por la Embajada, divide sus roles. En cualquiera de los casos, halcones o palomas, el objetivo es reestablecer el saqueo en la Argentina y, con ello, revertir un contexto de luchas y posibilidades en nuestro continente. Clarín y sus generales apuestan al país del Nomeacuerdo. Impulsan por un lado el desgaste de Alberto y ofrecen por el otro una salida “moderada”. Sugieren que Macri debería retirarse (cuando vuelva de su merecido descanso) mientras perfilan la opción Larreta-Vidal. La Ciudad de Buenos Aires es la principal responsable de la propagación del nuevo coronavirus. La provincia de Buenos Aires, bajo el gobierno de Axel Kicillof, viene haciendo verdaderos milagros para evitar un colapso luego de que la ex gobernadora resolviera no abrir “un solo hospital más”.
Tal como afirmamos desde un principio, el inédito escenario provocado por el COVID-19 mostró, como pocas veces, la tendencia declinante de la hegemonía imperialista en el mundo y, al mismo tiempo, el avance del eje multipolar liderado por la República Popular China y su proyecto socialista. No hay acontecimiento en el mundo de hoy que no esté regido por esta disputa geopolítica. Lo yanquis tiran con todo lo que tienen a mano, mientras siguen acumulando cadáveres en camiones frigoríficos. Lo que pase en El Líbano, en Bielorrusia o en Venezuela, nada les es ajeno. Tampoco en la Argentina, desde ya. Con aplomo pero alertas, debemos ser concientes que las principales batallas se seguirán dando en plano de la organización popular y las ideas. En ese terreno, el enemigo no duda.