Hoy, 25 de noviembre de 2020, ha muerto Diego Armando Maradona. El más grande futbolista del mundo y de todos los tiempos. Y ese mundo está de luto, tratándose de la pérdida de un verdadero ídolo universal del deporte más popular del planeta. Los argentinos lo lloramos conmocionados por la noticia inesperada. Lo lloran las hinchadas de todos los clubes, especialmente, la de su Estrella Roja de Fiorito, la de Argentinos Juniors, la de Boca claro, la de Newell’s y la de Gimnasia y Esgrima La Plata, su último destino con la felicidad que le dio el césped y una hinchada popular en un estadio argentino. Y Nápoles debe estar llorando como solo saben hacerlo los italianos del sur pobre de Italia al que llevó a la gloria.
Curiosamente falleció el mismo día en que conmemoramos el cuarto aniversario del fallecimiento de Fidel Castro, a quien Diego admiraba y quería tanto como a un padre.
Es que Diego fue también, y más allá del gran crack indiscutido y hasta endiosado, y de haber alcanzado la cima de la popularidad nacional e internacional en el fútbol, un referente cultural insoslayable del pueblo que lo vio nacer y dar sus primeros pasos con la pelota en un potrero de Villa Fiorito. Condición de origen y de clase de la que jamás renegó y a la que reivindicó siempre, como a sus padres, su familia humilde, su barrio de la infancia, su sello de identidad.
Una identidad popular y personal que, con todas sus contradicciones, expresan el ser de millones y millones de argentinos y de seres humanos, como él, forjados en la pobreza estructural de un sistema tremendamente injusto al que Diego, con su izquierda, su pegada, su gambeta endiablada y su rebeldía mágicas supo enfrentar en mil canchas de fútbol, igual que con las ideas en la gran cancha de la vida política humana.
No fue político ni intelectual, pero su sentimiento de pertenencia y su instinto de clase proletaria, lo llevaron a pararse junto a Fidel Castro y la Revolución Cubana, junto a Chávez, Maduro y la Revolución Bolivariana de Venezuela, junto a Evo Morales y los pueblos originarios de Bolivia y de toda América Latina. Junto a Néstor, Cristina y el nuevo proyecto nacional, popular, democrático y latinoamericanista del kirchnerismo en Argentina. Y siempre, frontal e insolentemente, contra el imperialismo yanqui y el neoliberalismo.
Los comunistas argentinos, junto al conjunto de nuestro pueblo trabajador, hoy inclinamos nuestras banderas en su honor. Y las levantaremos de nuevo para reivindicar su vida. La de un pibe de barrio como tantos que lo amaron y seguirán amando. La vida de un argentino del pueblo humilde que supo, a su manera, ser consecuente con los intereses y sentimientos de su clase. La vida del “barrilete cósmico” que flameará por siempre en los cielos de la Patria, de Latinoamérica y del mundo.