Cuba siempre es ejemplo
LOS REVOLUCIONARIOS A LA CALLE
El asedio sobre la Revolución Cubana se intensificó durante la gestión Trump y más aún en el contexto de la pandemia del COVID-19. El bloqueo criminal que el imperialismo descarga sobre la Isla tiene múltiples impactos (243 medidas sólo en el último período) que buscan, fundamentalmente, la asfixia económica del país. “Hambre, desesperación y derrocamiento del gobierno” fue el plan secuencial que los yanquis establecieron hace más de 60 años y, salvo efímeras excepciones, siguen profundizando. La gestión sanitaria fue ejemplar (incluida la elaboración y producción de cuatro candidatos vacunales) con un promedio de muertes y contagios muy por debajo del promedio mundial, en particular de las principales potencias. Aun así, Cuba atraviesa una coyuntura de crecientes dificultades y escasez (intensificación del bloqueo + COVID + crisis económica global) que dieron pie a las provocaciones claramente planificadas y amplificadas mediáticamente durante el último fin de semana. ¿Cuál fue la actitud del pueblo de Fidel y Raúl? A la calle. “A la Revolución la defendemos los revolucionarios y, en primera fila, los comunistas”, convocó el compañero Díaz-Canel mientras se desplegaba la maniobra desestabilizadora. Golpe blando, corredor humanitario e intervención militar es el derrotero que buscan los yanquis. Una vez más, van a chocar contra una pared. Socialismo, soberanía, independencia y dignidad son conquistas que los cubanos y cubanas van a defender, de ser necesario mediante la guerra de todo el pueblo. “Es una victoria que no queremos”, dijo alguna vez el compañero Fidel, advirtiendo las consecuencias de una aventura de esas características.
La agresión del imperialismo contra Cuba Socialista se da en un contexto de grandes luchas y posibilidades en América Latina: los acontecimientos en Colombia durante los últimos meses; las perspectivas abiertas en Chile a partir del proceso constituyente; la crisis política y social en Brasil y el clamor que se extiende por un retorno de Lula; la firmeza del chavismo en Venezuela y el sandinismo en Nicaragua frente a los ataques del imperio. El magnicidio en la hermana Haití pretende ser pretexto de los Estados Unidos para una mayor presencia militar en Caribe, orientada hacia la Mayor de Las Antillas. Los yanquis no van a contemplar pasivamente la tendencia antineoliberal que puja por imponerse en nuestro continente. De hecho, están tomando medidas. De igual forma continúan agrediendo a la República Popular China y la Federación Rusa, atentos al poderío político, económico y militar de los principales impulsores del mundo multipolar.
El desarrollo de los acontecimientos en la Argentina (que comparte con México un eje común) es otra de las preocupaciones de los yanquis. Un triunfo del Frente de Todxs en las elecciones legislativas permitiría tener las condiciones parlamentarias necesarias para empujar cambios más de fondo, por ejemplo en el plano judicial. Sería una traducción del “estamos a 7 votos de ser Venezuela”. No prospera el intento del enemigo por generar en nuestro pueblo un clima de desánimo, de derrota y frustración. La campaña de vacunación desplegada ha generado expectativas de avance en las mayorías. Mientras, el gobierno extiende un conjunto de medidas económicas que, directa o indirectamente, contribuyen a ir recuperando los ingresos populares.
Cómo se resuelva la pulseada con el FMI es uno de los elementos más trascendentes en la coyuntura actual. Para empezar, no es viable para los intereses nacionales un acuerdo por 10 años. Coincidimos con el análisis de Máximo Kirchner expresado días atrás. En síntesis: que al Fondo no le vaya tan bien como a Pfizer en la discusión con nuestro gobierno. Por otra parte, la post-pandemia trae nuevos desafíos. “Tengo la perspectiva de que cuando esta pandemia termine, los poderosos van a ser más poderosos y los débiles vamos a ser más débiles. Los ricos van a ser más ricos y los pobres van a ser más pobres”. Esto que magistralmente expresó la compañera Cristina recientemente es lo que tenemos que discutir: qué proyecto político nos va a permitir romper definitivamente con este destino impuesto y no manifiesto, como quiere hacernos creer el enemigo principal.