A 14 AÑOS DE LA PARTIDA DE NÉSTOR KIRCHNER

El puente de plata

Decía Néstor Kirchner en los comienzos de su presidencia, en reunión con representantes del campo nacional y popular, que no aspiraba a hacer la revolución, sino a ser el puente de plata para los cambios de fondo necesarios en nuestra Patria.

Algunos, ingenuamente, pensamos que era trabajo de dos o tres presidencias. Que a medida que se avanzara en medidas beneficiosas para el campo popular, la mejora de sus condiciones materiales mágicamente desarrollaría la conciencia de nuestro pueblo.

Pero no es así como avanza la conciencia. Solo lo hace en base a la propia experiencia de las masas. Comparando a esta con las explicaciones que nos dan y nos damos.

Allá por 2015, para un sector del movimiento obrero el problema más serio era combatir el pago de ganancias, mientras un 20% de la población aún luchaba con la pobreza. Esa inexperiencia nos llevó a Macri, él nos llevó a Alberto y éste nos depositó en brazos del capital financiero transnacional.

Los gobiernos de Néstor y Cristina intentaron llevar a los lugares más altos a la Corte Suprema de Justicia (que renovaron con juristas de lujo…) y al Congreso de la Nación, como caja de resonancia principal de los intereses populares.

Sus enemigos, instruidos por embajadores yanquis que lo explicitaron, parasitaron el sistema judicial hasta esclerosarlo y dedicaron sus esfuerzos a degradar al Congreso, desde el Grupo A (cuya única misión fue bloquear el funcionamiento) hasta su actual estado entre la sumisión total y la irrelevancia.

El puente de plata que Néstor empezó a construir llegó a la mitad del río, donde la corriente a vencer es más poderosa y el lecho más profundo. No hay vuelta atrás. Solo nos queda avanzar hasta la otra orilla. El asunto es que para eso no alcanza la conciencia alcanzada. Es necesario ir más lejos y más a fondo.

Ya no hay una burguesía con potencia económica y conciencia nacional dispuesta a defender la soberanía nacional, la independencia económica y mucho menos la justicia social. Esos eran objetivos de una etapa en que la globalización aún no se había desplegado en todo su apogeo. En el mundo actual, para el imperio solo somos reservorio de materias primas. Por eso en su plan -que es el de nuestros superricos del 0,5% (que ya son ellos y no nosotros), junto con una parte de los que obtienen su salario del mercado internacional- ya no hay espacio para universidades públicas, empresas tecnológicas públicas, ferrocarriles estatales, etc. Tenemos que volver a ser el “desierto” del Siglo 19. Lo explicita Milei en sus discursos: volver a la generación del ‘80. Por eso ignora la Constitución, el Congreso, el poder judicial y a cualquier fuerza viva que se le enfrente, con gritos, insultos, mucha teatralidad y ninguna teoría. Envalentonados por la experiencia macrista, por la decisión del último gobierno del Frente de Todos de no incomodar al 0,5% más rico, pero sobre todo por una ambición desenfrenada, aplican sin control su política de tierra arrasada, avanzando todo lo que puedan antes de que la inevitable resistencia alcance un grado de coordinación y unificación que permita detenerlos y la experiencia de las últimas dos décadas decante en conciencia.

Frente a eso, el 90% de los habitantes de este suelo.

Para terminar de construir ese puente de plata, es momento de preguntarnos si realmente hay futuro para la Argentina sin poner límites definitivos a ese 0,5%. Y preguntarnos qué significa ponerles límites.  Y cómo. Volver a discutir qué es el Estado.  A quién defiende. Sobre quién se impone y cómo.

Los comunistas tenemos algunas ideas al respecto: El Estado como institución NO está por encima de las clases que componen una sociedad. Cuando representa a sus creadores (acá, las burguesías nacientes del siglo 19, las recalcitrantes del 20 y las transnacionalizadas del actual) siempre ha sido igual: palos, gases, tiros, bombas y desapariciones para el campo nacional y popular. Ahí está la Constitución de 1949, aprobada en una Constituyente y derogada por un bando militar, para demostrar qué temperamento gastan cuando sus intereses están en entredicho. Y hoy el pisoteo de la Constitución de 1994 por parte de la fuerza gobernante y sus aliados es flagrante. (A propósito: ¿cuántos diputados le faltan a la provincia de Bs. As. por el crecimiento poblacional? ¿Cuántos le sobran a otras por lo mismo?).

Se necesita una refundación del Estado, dice Milei, y es cierto. 

Pero uno con otras reglas de representación, otras formas de elección y otro control popular más directo. Con revocabilidad de mandatos. Con otra Constitución. Y con un programa de medidas de fondo destinadas a resguardar los intereses del 90% de los habitantes de este suelo, que dependemos del mercado interno para subsistir. Y que necesitamos el mercado externo para proveernos de lo que no producimos y no para especular y fugar las riquezas de nuestro suelo. Un poder nacional y popular en manos del pueblo.

Para que ese día llegue, nuestro deber hoy es terminar de construir el puente de Néstor, señalar a quién representa Milei, organizar el descontento, coordinar todas las luchas en único frente, darles dirección única y evitar las provocaciones del enemigo para que salgamos uno a uno y derrotarnos. Y a la cabeza de ese frente, representantes genuinos de los intereses de los trabajadores.