DE CARA AL FUTURO
Inventamos o erramos
El fiasco electoral de LLA el domingo 7 de septiembre (previsible, aunque no en su magnitud) ha revivido la euforia en muchos análisis del mismo. La oposición y sus medios hablan de la paliza “del peronismo” a LLA, y “se indignan” cuando escuchan al presidente decir en su discurso que van a hacer la autocrítica correspondiente y al mismo tiempo que no hay cambio alguno en lo hecho hasta acá y que se profundizará el rumbo. “Contradicción”, dicen. Pero no hay tal. No se puede esperar otra cosa en sus acciones, dirigidas a desmantelar la República Argentina tal como la conocemos y entregarla atada de pies y manos al altar de la supremacía imperialista. A los hombres y a los partidos hay que juzgarlos por lo que hacen, no por lo que dicen. En esta columna hemos dicho ya que Milei es un lacayo de las grandes patronales “argentinas” y sus aliados, los imperialistas yanquis. Es a ELLOS a quienes les habla. A dos años de gobierno, podemos ver claramente que siempre les habló a ellos. ¿A quién le podía servir demoler el Banco Central? ¿A quién favorece desmantelar el Estado en todas sus áreas no represivas y de control social? ¿Quién se beneficia de toda esa parafernalia “macroeconómica” donde no hay lugar para seres humanos y todo el discurso, aún el día después de estas elecciones, gira exclusivamente alrededor de si el dólar se dispara o no, si el FMI volverá a prestar plata o no, si el Tesoro yanqui bancará a este gobierno o no? ¿Cuál es la verdadera “preocupación” del “círculo rojo” con la caída de la popularidad de Milei?
Lo mismo pasa con las conclusiones acerca de quién fue a votar, quién no fue y por qué en cada caso. ¿Cuál es el sentido del ausentismo en estas elecciones (y, a tener en cuenta, ese casi 15% de voto en blanco en algunos lugares)?
En primerísimo lugar, no fue una paliza “del peronismo” a Milei y sus mandantes, sino del pueblo. Así como el pueblo le dio vuelta la espalda al penoso gobierno de 2019 a 2023, del mismo modo le suelta la mano ahora a este “novedoso” actor de la política que no es más que la repetición farsesca de lo peor de la dictadura genocida.
Pero Milei no es un hecho aislado. Es parte de una política explícita del imperialismo norteamericano. En el mundo, EE. UU. despliega sus barcos en la costa de Venezuela y amenaza invadirla, despliega nuevamente sus bases militares en Ecuador, manda sus ingenieros militares a “ayudarnos” en el Paraná, “negocia” una base militar en el extremo sur del continente, en nuestro territorio, y esto luego de amenazar a México con iniciar acciones militares unilaterales en su territorio y de chantajear descaradamente a Panamá para que le conceda privilegios en el Canal. Y ahora le cambia el nombre al Pentágono, que pasa de llamarse Ministerio de Defensa a Ministerio de Guerra. Mientras tanto, Israel convoca a un encuentro diplomático para discutir un alto el fuego y lo bombardea.
Han decidido quitarse las caretas y pasar a la acción directa.
En semejantes circunstancias, necesitamos herramientas que describan con mayor precisión la esencia de los fenómenos a los que asistimos. Y su esencia se expresa, en primer lugar, en la división en clases de la sociedad en que vivimos, tanto la mundial como la argentina. Acá y ahora, está claro que los dueños de casi todo en la Argentina, socios de los dueños de casi todo en el mundo “occidental”, son quienes tienen un Estado a su exclusivo favor y que, debido a sus intereses económicos e ideológicos, están aliados y subordinados al imperialismo, y los que producimos casi todo somos el enemigo a derrotar por ambos.
Que “el campo” no liquide su producción, que las empresas hagan lo que quieran con los precios, que los bancos cobren lo que se les ocurra por sus “servicios”, que las empresas privadas de salud descarguen pacientes a los hospitales públicos, que empresas que antes producían echen al personal y se dediquen a importar, todo eso es… “libertad”.
Que un sindicato obtenga un aumento más o menos significativo, que en una fábrica se disponga una medida de fuerza en defensa de los puestos de trabajo y el salario, que se marche para que a los jubilados se les pague lo que se debe, que se defienda la salud pública es… no entender lo que significa esa “libertad”. Todo se libera, menos el salario.
Y una vez que asumimos que el meollo del asunto es quién decide qué se produce, para quién, cómo se distribuye y a qué precio, en el país y fuera de él, quedan claramente delimitados los campos.
Los comunistas celebramos esta primer derrota del enemigo del pueblo. Pero nos preguntamos cómo llegaremos a las próximas elecciones presidenciales, que parecen estar a siglos de distancia. Y aún considerando un retorno en 2027, empezamos a preguntarnos ¿retornar para qué? ¿Una vez más, vamos a ordenar a costa del esfuerzo popular las cuentas de las deudas socializadas por las corporaciones, para que éstas vuelvan a campear por sus fueros en cuanto alguna medida no les guste o sientan que “el Estado se mete donde no debe”? Y si no queremos eso, ¿cómo vamos a hacer para que no se repita? No podemos dejar de notar que los últimos 50 años, desde la dictadura genocida para acá, el devenir de la patria ha sido (salvando los periodos de Néstor y Cristina) el de la decadencia que acompaña la declinación de la unipolaridad imperialista. Desde el lado de los poderosos se hacen las mismas preguntas. Y preparan sus respuestas.
“Inventamos o erramos”, decía José Martí en otro tiempo, en otro lugar, pero frente al mismo dilema. Empecemos por reconstruir al verdadero sujeto de los cambios: el pueblo, organizado y consciente de sus derechos y obligaciones, empoderado por su propia acción y encabezado por la clase obrera. En esta columna empezamos a dejar de lado las tajantes e imprescindibles definiciones de principio que vinimos haciendo. Con ellas como marco, queremos acercar a la militancia (nuestra pero también la de todo el campo popular) y a través de ella al pueblo, estas inquietantes preguntas. Las únicas respuestas válidas surgirán de esa interacción colectiva cotidiana en cada lugar, de “frotar nuestros cerebros unos con otros”, como dijera Marx.