MOVIMIENTO OBRERO

Neoliberalismo y puja distributiva

Por Rodolfo G. Módena

Desde hace apenas un año y monedas, la situación de la clase trabajadora ha empeorado a niveles inauditos, tanto por lo breve del tiempo transcurrido como por la voracidad impiadosa del gran capital concentrado, nacional y transnacional, al que sirve el gobierno neoliberal de Mauricio Macri.

Decenas y centenares de miles de despidos, suspensiones y/o vacaciones forzadas para los obreros de las industrias metalúrgica, textil, plástica, petroquímica, electrónica, etc.; sin hablar de la construcción, el comercio, etc., sometidas a la lógica infame de la baja o eliminación de aranceles a las importaciones (que no es desregulación sino regulación regresiva de un Estado que siempre está para regular según los intereses de clase que represente) y la consecuente crisis recesiva de la industria nacional; y del empleo público (docentes, médicos, científicos, técnicos y administrativos en general) sometido a la lógica despiadada del “ajuste del gasto” y el “achique del Estado”.

Todas fórmulas que ya vivimos en los años noventa y terminaron en la crisis del 2001; y que empezaron a ser superadas por Néstor Kirchner y el nuevo proyecto nacional, popular, plural, democrático y latinoamericanista (objetivamente antimperialista decimos nosotros) iniciado en el 2003 y profundizado por la compañera Cristina hasta el 2015.

En este contexto se debate lo que muchos llaman “puja distributiva”. En un marco recesivo se empujan los salarios a la baja, las paritarias -recuperadas con el kirchnerismo- se ponen en contexto y el gobierno trata de condicionarlas (ya que no las pudo eliminar, hasta ahora…) con un techo mentiroso de una inflación proyectada del 18% para 2017. Todos sabemos que en 2016 las paritarias en general terminaron cerrando a la baja en un 12 %, aproximadamente, en relación a la inflación real. Eso es pérdida del poder adquisitivo concreto del salario de los trabajadores. Incluso si la inflación fuera baja este año (cosa bien improbable) se debería, pura y exclusivamente, a una brutal recesión de la economía, retracción del consumo, crisis de la industria nacional y pérdida masiva de puestos de trabajo.

El reciente conflicto de los trabajadores bancarios puede servir de ejemplo de que en la lucha sindical se le puede torcer el brazo al capital, aunque el conflicto no esté cerrado y la lucha continúa. Así también la firmeza del gremio docente bonaerense ante el atropello de la gobernadora Vidal, y la de los compañeros enrolados en la Federación Gráfica que resisten desde hace meses el cierre (con flexibilización encubierta) de la planta de ARTEAR perteneciente al monopolio Clarín.

La puja distributiva que se desarrolla en nuestros días, acá y en todas partes, como en toda la historia de la Humanidad, no es otra cosa que la lucha de clases desentrañada por Carlos Marx y Federico Engels. Es la lucha de clases en su plano básico, económico, reivindicativo, aunque nuestra clase aún no tiene suficiente conciencia de ello. El enemigo sí la tiene muy clara, no obstante la niegue en su hipócrita discurso mediático.

Por eso, la batalla de ideas a las que nos convocara Fidel es primordial. La batalla por la conciencia de clase, desde su plano económico de base, hasta su perspectiva estratégica, política e ideológica, sigue siendo una asignatura militante pendiente.

Trabajadores de Clarín toman desde el mes de diciembre

la Planta de Artear ubicada en el barrio de Barracas.