DESOCUPACIÓN Y POBREZA
Cuanto peor, peor
Desde diferentes observatorios e informes se coincide en el agravamiento de la pobreza y la indigencia de la mano del crecimiento, entre otros factores, de la desocupación. La mitad de nuestros niños y adolescentes en situación de pobreza.
En la Ciudad de Buenos Aires, la que tiene más presupuesto per cápita del país, la desocupación aumentó de un 8,6 a 9,4 por ciento en el último año. Más de 160 mil personas buscan trabajo en forma continua, 18 mil más que el año pasado. Si se amplía a los sectores sub-ocupados (137 mil), el porcentaje es de 17,5; y si se acerca la lupa, en el sur de la Ciudad el problema se agudiza. Las mujeres son quienes tienen mayor dificultad a la hora de conseguir o mantener un trabajo. La “convocatoria” a jóvenes en La Rural dejó expuesto que la franja entre 18 y 25 años supera, en términos de desocupación, al promedio del país: 21,17 por ciento. En el último trimestre de 2015, se había ubicado en 17,86 por ciento. El desempleo y el empleo precarizado, agudizan la pobreza y la desigualdad.
LOS QUE BUSCAN Y LOS DESPEDIDOS. Además del natural ingreso de los jóvenes al mundo laboral, la tasa de actividad (cantidad de personas que buscan trabajo) creció fuertemente a causa de los efectos de la situación económica: en millones de familias argentinas, algún integrante que no trabajaba ahora sale a buscar, ya sea porque otro integrante fue despedido, o porque no alcanzan los ingresos. La tasa de empleo (cantidad de personas que tienen trabajo) en relación a la tasa de actividad cambia según los barrios de la Ciudad. En los barrios del sur el desempleo aumentó, en un año, de 12,5 a 14,3 por ciento; en los que se podrían denominar de clase media, del 7,4 al 8,5 y en los de zona norte (de altos niveles de ingresos) se redujo de 7,4 a 6,5 por ciento. Para contrastar mejor: en el primer trimestre de 2016, la desocupación en el sur de la Ciudad era 68.9 por ciento más que en el norte: hoy, es de un 120. Y también la tasa de actividad es mayor en los barrios más humildes y de clase media.
Hablando del país en general, políticas públicas como el PROGRESAR dieron oportunidades a los jóvenes y adolescentes para comenzar y/o concluir sus estudios, lo mismo que la entrega de neetbooks que permitían mejores posibilidades a la hora de encontrar un trabajo. Hoy no se distribuye la herramienta laboral informática, se recortó el PROGRESAR (desde los observatorios de las universidades nacionales se informó que se le dieron de baja, arbitrariamente, a la mitad de los jóvenes que estaban en condiciones académicas de continuar). Las políticas macristas impulsaron “programas” de inserción laboral con condiciones precarias y salarios por debajo del mínimo, como el cuestionado y ya dado de baja “acuerdo” con McDonald’s.
DESOCUPACIÓN, BAJOS SALARIOS Y TARIFAZOS: MÁS POBREZA. Según un informe de la UCA, uno de cada diez hogares no alcanzan a cubrir las necesidades de la canasta básica de alimentos: 6 millones de compatriotas. Desde la Universidad Nacional de Salta, se puntualiza que la pobreza se eleva a gran escala cuando se observa la situación de los niños y los adolescentes: si un 29,7 por ciento de los argentinos es pobre, deteniéndonos en los más chicos, ese porcentaje es del 47,7 por ciento.
En una línea similar, la Unicef describe que 5,6 millones de niños (casi la mitad del total en nuestro país) viven en situación de pobreza. Dentro de ese universo, 1,3 millones sobreviven en estado de extrema pobreza, es decir que en sus hogares los ingresos no alcanzan para garantizar la canasta básica de alimentos. Vale aclarar que este informe se basa sólo en el nivel de ingresos, sin tomar en cuenta la salud, la educación y otras necesidades tan vitales para el desarrollo de un niño, de un adolescente, de un adulto.
La política neoliberal del gobierno con rostro macrista expulsa a cada vez más jubilados, trabajadores en relación de dependencia, cuentapropistas, niños y adolescentes. Cada punto, cada décima porcentual, representa, son, millones de compatriotas que dejan de tener la posibilidad y el derecho de vivir, como mínimo, con las necesidades básicas.