Con una economía estancada y un pueblo cada vez más movilizado, el gobierno neoliberal de Jair Bolsonaro se debilita con el pasar de los días. Al mismo tiempo surgen nuevas evidencias del escandaloso proceso judicial que encarceló al compañero Lula.
La semana pasada el pueblo brasileño amaneció con una noticia que podría provocar un cimbronazo político en el gigante sudamericano y en toda la región: la libertad del compañero Lula Da Silva, que se encuentra preso de forma ilegal desde abril del año pasado. La razón fue la publicación de una investigación del periodista Glenn Greenwald para el diario Intercept de Brasil, donde queda demostrado cómo el juez Sergio Moro, violando la Constitución y el Código Penal brasileño, colaboró con los fiscales del caso Lava Jato para encarcelar a Lula sin prueba alguna. Los documentos muestran cómo el juez y actual Ministro de Justicia de Bolsonaro intercambiaba mensajes con el fiscal Deltan Dallagnol, en los que opinaban y se aconsejaban mutuamente con el fin de perjudicar al ex presidente. Por ejemplo, en uno de los mensajes se evidencian las dudas del fiscal sobre la consistencia de las pruebas, mientras que en otra conversación se muestran debatiendo sobre la necesidad de evitar que Lula pueda realizar una entrevista antes de las elecciones presidenciales. En vez de conversaciones entre fiscales imparciales parecían charlas de café entre militantes anti PT. Lo que buscaban estos mercenarios no era justicia, sino evitar a toda costa una nueva presidencia del compañero Lula. “Quedan explicitas las relaciones ilegales y espurias entre el juez Sergio Moro y los procuradores del Lava Jato. Estos procesos corrompidos por el fraude implican la libertad inmediata de Lula”, sentenció Dilma Rousseff a los pocos minutos de conocerse la noticia. De la misma forma, la Asociación de Jueces para la Democracia (AJD) y la Asociación Latinoamericana de Jueces del Trabajo (ALJT) pidieron la nulidad de todos los procesos irregulares del Lava Jato, incluidos los que llevaron a Lula a la cárcel.
La economía,
de mal en peor
A este cimbronazo político y judicial se le suma también el económico. Los pronósticos de crecimiento del país continúan derrumbándose y ya es una utopía la promesa de que el país crecería en 2019 cerca del 3% del PIB. Desde el Banco Central recalcularon la cifra en un 1%, sin embargo, los números oficiales muestran que la economía se contrajo en el primer trimestre un 0,2%. Es decir, la meta del 1% para este año es demasiado optimista. Al igual que en la Argentina de Macri, el modelo neoliberal de Bolsonaro ya es un fracaso rotundo. Esta situación quedó plasmada a partir de masivas movilizaciones populares a lo largo y ancho del país en los últimos días. El descalabro económico, los recortes contra la educación (superiores a los 1400 millones de dólares) y el ataque sistemático contra diversas conquistas populares, generaron que cientos de miles de brasileños tomaran las calles de Rio de Janeiro, San Pablo, Brasilia y otras doscientas ciudades del país. En este sentido y para culminar la jornada de movilizaciones, las principales organizaciones sindicales del país y partidos políticos de izquierda (encabezados por el PT, el PCdoB y el PDT) llamaron a una huelga general para este 14 de junio, en donde además de exigir el fin de los recortes neoliberales, se impulsará de forma unitaria el reclamo por la liberación inmediata del compañero Lula.