La holgada diferencia obtenida por el Frente de Todos el último 11 de agosto produjo un verdadero terremoto en el escenario político nacional, que develó el grado de fragilidad y dependencia financiera en la que se encuentra nuestro país tras 4 años de Cambiemos. Resta un extenso y vertiginoso trecho hasta el 27 de octubre, donde puede definirse fehacientemente el futuro político de nuestro país. Venimos advirtiendo sobre la importancia que tiene la Argentina para los objetivos geopolíticos del imperialismo norteamericano en nuestra región. A través del Fondo Monetario Internacional, Donald Trump aprieta y busca condicionar a un eventual nuevo gobierno que se proponga romper con el neoliberalismo.
Con un palo y una zanahoria, el FMI amenaza con no desembolsar los 5.400 millones de dólares previstos para septiembre, parte del ruinoso acuerdo que le permitió a Macri estirar su agonía. Pretenden inaugurar una suerte de cogobierno y arrancarle a Alberto Fernández el compromiso de continuidad del programa de ajuste. Caso contrario, los dólares no llegarán. Extorsión lisa y llana. Esta situación podría disparar una corrida brutal y un escenario de hiperinflación sólo comparable al de 1989, cuando Alfonsín entregó el gobierno anticipadamente, con el país en llamas. El Banco Central continúa quemando sus exiguas reservas para intentar sostener el tipo de cambio, mientras se acentúa la salida de depósitos del sistema bancario (más de 100.000 mil millones de pesos en 15 días) y con vencimientos de deuda que oscilan los 10.000 millones de dólares de acá a fin de año.
La encerrona muestra hasta dónde están dispuestos a llegar los yanquis para evitar un cambio de signo político en nuestro país. Neoliberalismo o caos, sería la disyuntiva. Macri ensaya una especie de “resistencia heroica” mientras los factores de poder locales le sueltan el brazo y buscan contactos con el candidato opositor, aunque para mostrarle los dientes y su pliego de condicionamientos. Buscan llevarnos por un estrecho sendero minado, donde tampoco podemos subestimar las artes del imperialismo para manipular a una porción de los votantes, volátiles y regidos por el miedo, y lograr de ese modo una paridad en octubre que le dé perspectivas de sobrevida al proyecto neoliberal. No se vislumbra como el escenario más viable, no obstante debemos permanecer alertas y no desconocer el tamaño del enemigo que confrontamos.
“La conciencia no flota”, solía decir el fundador de nuestro Partido, el camarada Jorge Pereyra. Significa hoy que debemos redoblar nuestros esfuerzos militantes para asegurar el 27 de octubre una contundente victoria en las urnas que fortalezca aún más nuestras posiciones de cara a un proceso de ruptura con el neoliberalismo que no será fácil. Es necesario seguir esclareciendo, advertir sobre las trampas del enemigo y afirmar la comprensión de lo que está en juego en nuestra Patria. El repudio al modelo de entrega vigente tiene un origen eminentemente económico, pero debe a partir de ahí devenir en conciencia política. No puede depender de fluctuaciones emocionales o estados de ánimo. Para ello es necesaria la organización colectiva y la asimilación de valores y sólidas convicciones que nos permitan recorrer diferentes circunstancias, de avances, retrocesos y adversidades, sin que peligren nuestros objetivos, los inmediatos y los estratégicos. Así lo entendemos los comunistas hoy, así lo entendimos siempre. Por eso vamos a poner el cuerpo para, de la mano de Alberto y Cristina, sepultar el neoliberalismo y refundar la Nación.