UN SÍMBOLO DE LA LUCHA DE NUESTRO PUEBLO
¡Hasta la victoria siempre, Hebe!
Hebe cambió de casa, como ella decía de sus compañeras que la precedieron en la partida. Nació el 4 de diciembre de 1928 en una casa humilde en El Dique, un barrio obrero de Ensenada. En 1977 un grupo de policías secuestró a su hijo Jorge, meses después al segundo, Raúl, y más tarde a la esposa de Jorge, María Elena. Los tres desaparecieron. “Hasta que se llevaron a mi hijo mayor yo era Kika Pastor. En el mismo momento en que desaparece me convierto en Hebe de Bonafini”, explicó Hebe. A partir de ese momento viajó desde La Plata hasta la Ciudad de Buenos Aires cada jueves para hacer las rondas que empezaron catorce mujeres una tarde de abril. Todos los jueves, en dictadura y en democracia, con frío, lluvia o sol, los pañuelos blancos se erigieron como baluartes de lucha y resistencia contra la dictadura más sangrienta que conoció nuestro país. En 1979, esas Madres con las que comparte la ronda, la elegirán Presidenta de la Asociación.
En los primeros años de la década del 80, durante el Juicio a la Juntas, se emplazaba en Tribunales para nombrar con un megáfono los nombres de los más de 1000 represores que se conocían hasta ese momento. Durante el gobierno de Alfonsín, Hebe intentó entrevistarse con el entonces presidente, quien nunca accedió a recibirla. Tiempo después, ella se negó a darle la mano porque “con esa mano firmó la ley de Obediencia Debida y Punto Final, que permitió que los genocidas estén en la calle el tiempo que quieran”, explicó.
Durante los 90 también se enfrentó al gobierno de Menem. Estuvo hasta en Cutral Có, en las primeras puebladas. Y en cada una de las marchas y luchas de esos años. Siempre poniendo el cuerpo y llamando a la movilización. En ese entonces dijo que el presidente Carlos Saúl Menem era una “basura”. Por esa expresión, el mandatario le metió una denuncia por desacato. Cuando reinaba la impunidad y las políticas neoliberales en Latinoamérica, Hebe levantó las banderas de la lucha contra ese modelo excluyente y letal para los humildes y los trabajadores. En diciembre de 2001, la encontramos nuevamente en la Plaza enfrentando a la policía montada durante la represión. Una barrera de mujeres de pañuelos blancos con los brazos enlazados cantaba: “La plaza es de la Madres y no de los cobardes”, frente a los policías embravecidos que golpeaban con bastones desde arriba de los caballos. Anteriormente, ese mismo año, habían atacado a su hija María Alejandra.
Durante el gobierno de Mauricio Macri el juez Marcelo Martínez de Giorgi libró una orden de detención para Hebe y la declaró prófuga. Apenas se conoció la noticia, una multitud se instaló en la sede de la Asociación, frente a Plaza Congreso, para protegerla e impedir el arresto.
Durante los primeros 20 años de la vuelta a la democracia, las demandas de Memoria, Verdad y Justicia fueron desoídas y rechazadas por los gobiernos de turno que apostaron a tapar el pasado con falsas teorías y propuestas de reconciliación. Hasta que Néstor asumió la Presidencia en 2003 y, no solo recibió a las Madres de Plaza de Mayo, junto con Cristina, sino que las asumió como Madres de todos los argentinos. Puso fin a las leyes de impunidad y olvido y dio impulso a los juicios a los genocidas que aún continúa, pese al tiempo transcurrido. Fue un cambio rotundo en las políticas de Estado sobre el genocidio de la dictadura y los derechos humanos.
Cuando Néstor Kirchner llegó a la Casa Rosada, pensó que era “la misma mierda con distinto olor”. Al tiempo lo vio, se disculpó y se entusiasmó con el proyecto de país que representaban Néstor y Cristina Kirchner: “Ya no tenemos un enemigo en la Casa Rosada”. Hebe y las Madres de Plaza de Mayo son un faro en la lucha por los Derechos Humanos, pero también por la dignidad de las y los trabajadores. Hebe supo hilvanar su lucha y la de sus hijos con la resistencia y lucha contra el modelo neoliberal y apoyar un modelo inclusivo y de soberanía nacional como el iniciado por Néstor y continuado por Cristina.
Ante la muerte de Fidel, y reflexionando sobre su estatura histórica, Hebe manifestó que “los indispensables nunca mueren”. Hoy afirmamos lo mismo de ella, una indispensable fuente de orgullo para nuestro pueblo.