IMPEACHMENT CONTRA DILMA

Temer en su laberinto

La asonada golpista es resistida a diario en las calles por un pueblo brasileño que no resigna perder los derechos conquistados desde 2003, que ya han sido recortados brutalmente por el interino y sus secuaces.

A influjo de la creciente labor desestabilizadora de los EE.UU. en la región, los poderes fácticos buscan arrinconar a las democracias progresistas a fuerza de mentiras y construcciones mediáticas. Esto sin contar con el invalorable esfuerzo y colaboración de políticos que desde la derecha no han vacilado en utilizar el poder devenido de las urnas para sus negocios particulares.

Así las cosas, el avance en el proceso de impeachment que busca destituir a Dilma Rousseff de la presidencia de Brasil es un nuevo capítulo del avance de la restauración conservadora impulsada por Washington, que avasalla 54 millones de voluntades ciudadanas y lesiona el orden democrático en la región sudamericana al entronizar en la presidencia interina a Michel Temer, sospechado de cometer actos de corrupción en la función pública.

Ya son tres los funcionarios designados por el gobierno interino que tuvieron que presentar su renuncia al cargo frente a las acusaciones de corrupción que enfrentan, en un gabinete ministerial donde no hay representantes ni de la juventud ni de género. Al mismo tiempo se dieron a conocer los audios que anticipaban la acción de la oposición política y parte de los considerados aliados del gobierno de Dilma para la destitución de la mandataria a la que señalan como un obstáculo para reducir la inversión social y para la privatización del Presal, fabulosa reserva petrolera, cuyas ganancias están destinadas a educación y salud pública, así como garantizar la impunidad de los acusados de corrupción en perjuicio de la petrolera estatal.

En el mismo sentido, y en consonancia con los vientos que parecen atravesar nuestra dolida Patria Grande, las nuevas autoridades transitorias están dispuestas a entregar la economía brasileña a la voracidad de los privados.

El plan de infraestructura que pretende imponer el gobierno de Temer, incluye concesiones, sociedades mixtas y privatizaciones en la búsqueda de reducir la injerencia del Estado en los proyectos de obra pública y un aumento de la participación de capitales extranjeros, eliminando cualquier restricción en la tasa de retorno en los negocios de las concesiones en rutas, autopistas, puertos y aeropuertos.

Al decir del titular de la Secretaria de Programas de Sociedades e Inversiones de la Presidencia, la intervención del Estado en las concesiones a privados “ya fue”, para crear un “ambiente de inversiones para que el país vuelva a crecer y podamos generar empleo”.

En suma, una oposición (tal como en Venezuela) que al no alcanzar la primera magistratura en las urnas que habiliten los negocios de las transnacionales formula acusaciones supuestamente constitucionales para conseguir su acceso a la administración de la Nación, favorecida por los reiterados editoriales de la Rede O’ Globo y sus satélites y de otros medios de comunicación concentrados (cualquier similitud con los inconvenientes democráticos en América Latina no es mera coincidencia).

La torpeza de los argumentos de los destituyentes y la publicidad de dichos audios hacen trastabillar la decisión de algunos senadores como Romario y motivaron que alrededor del mundo se hable de Golpe de Estado y no de proceso de apartamiento. Entre los parlamentarios proclives a revisar su posición están Cristovam Buarque del PSP y Acil Gurgacz del Partido Democrático Trabalhista, que junto a Romario votaron para que Dilma sea separada el 12 de mayo pasado posibilitando que se alcanzaran los 55 sufragios. Si hoy cambiaran su voto Rousseff sería reinstalada, ya que se requieren por lo menos 54 votos para la destitución.

En una maniobra de doble entrada, al mismo tiempo, la derecha especula con la oportunidad de que se bloquee mediante un gambito judicial, la posibilidad de que Lula pueda acceder a la candidatura presidencial en las próximas elecciones para el Planalto.

Esta maniobra antidemocrática es resistida a diario en las calles por un pueblo brasileño que no resigna perder los derechos conquistados desde 2003, que ya han sido recortados brutalmente por Michel Temer y sus secuaces.