El 25 de abril de 1974, hace 45 años, se producía, en Portugal, la histórica Revolución de los Claveles.

Desde 1926, la clase obrera, el campesinado y el pueblo portugués fueron sojuzgados por la dictadura fascista del Estado Novo, encabezada por Antonio de Oliveira Salazar, quien en 1968 fue sucedido y continuado por Marcelo Caetano hasta su derrocamiento.

Si bien tanto Salazar como Caetano eran civiles y de formación académica, basaron su poder político dictatorial en el sustento dado por las Fuerzas Armadas.

Casi medio siglo de atraso, pobreza y represión, sumado a la pretensión absurda de perpetuar la condición de Portugal como “potencia” colonial en África, fueron las condiciones en que se fue gestando y creciendo el descontento popular y también militar.

Casi medio siglo de proscripción, clandestinidad, prisiones, torturas y asesinatos de innumerables militantes y cuadros del glorioso Partido Comunista Portugués y de otras fuerzas democráticas y populares, no lograron impedir que el PCP se convirtiera en la principal fuerza política en el seno del movimiento obrero, el campesino y el estudiantil, así como en las propias Fuerzas Armadas.

También cabe destacar el rol determinante del Partido liderado por el inolvidable Álvaro Cunhal en la formación de numerosos militantes de los movimientos de liberación nacional de las colonias africanas de Guinea Bissau y Cabo Verde, Angola y Mozambique. De hecho, muchos de sus más destacados dirigentes se forjaron en las universidades portuguesas de Lisboa y Coímbra, siendo miembros o amigos del Partido Comunista.

El descontento militar por los costos de sostener la insostenible situación colonial, así como las luchas obreras y populares en Portugal, llevaron al alzamiento militar y la movilización de masas que derrocaron a la dictadura. Se estableció un gobierno de transición del Movimiento de las Fuerzas Armadas (MFA) que abrió camino a la democracia, facilitó la independencia de las colonias, nacionalizó las empresas estratégicas, promovió la reforma agraria y propuso el tránsito de Portugal al socialismo.

Esto último no llegó a concretarse, aunque los derechos políticos, sindicales y sociales dieron un salto histórico sin precedentes.

Hoy Portugal es gobernado por el Partido Socialista, a partir de una alianza parlamentaria con el Partido Comunista, el Bloque de Izquierda y los Verdes, aplicando un modelo que está dando que hablar en Europa. Desoyendo las recetas ortodoxas de reducir el gasto público para reducir el déficit fiscal, logró aumentar el consumo, reducir la desocupación a la mitad y un sostenido crecimiento de la economía, tendiendo a cero el déficit presupuestario. Lo que significa -aún en el capitalismo- una fuerte señal contra el neoliberalismo. Y la izquierda europea toma nota que los claveles siguen floreciendo.

R.G.M.