El imperialismo insiste en una guerra a gran escala en Medio Oriente y continúa fabricando excusas para atacar a Irán. El objetivo de EE.UU. es detener el desarrollo independiente de la región y el proyecto chino de la “nueva ruta de la seda”. Desde la nación persa advierten que están preparados para responder a cualquier ataque contra su territorio.

El pasado 14 de septiembre, mientras Donald Trump anunciaba que desplegaría tropas adicionales en Arabia Saudita y en Emiratos Árabes Unidos (como consecuencia de la “amenaza iraní”), dos refinerías de Saudi Aramco, la petrolera estatal de la monarquía saudita, fueron presuntamente atacadas por un grupo de drones provenientes del vecino Yemen. Como consecuencia del ataque, la producción de crudo del país árabe se desplomó a 5 millones de barriles diarios, la mitad de su producción. Aunque la acción fue reivindicada por el movimiento yemení Ansar Allah (“hutíes” en occidente), que se encuentran en una guerra no declarada contra el reino saudita, Estados Unidos acusó de forma inmediata a Teherán de estar detrás de los ataques. Al mismo tiempo, el ministro de Asuntos Exteriores de Arabia Saudita, Adel al-Jubeir, aseguró que Riad (capital de Arabia Saudita) responderá al ataque si se confirma que Teherán es responsable. Desde Irán negaron la autoría y tacharon las acusaciones de “mentiras absolutas”. Así, el jefe de los Cuerpos de la Guardia Revolucionaria Islámica iraní, Hossein Salami, declaró que “no permitirán una guerra en territorio persa” y que cualquier país que ataque a Irán “se convertirá en un campo de batalla”. De la misma forma, el ministro de Exteriores iraní, Mohammad Javad Zarif, subrayó que Teherán no será quien comience el conflicto. “No estoy seguro de que podamos evitar una guerra. Estoy seguro de que no comenzaremos una”, declaró.

Rusia por su lado, que se encuentra en Siria apoyando al gobierno del Frente Nacional Progresista en su lucha contra reductos de Al Qaeda, aprovechó para criticar con dureza el sistema de defensa antiaéreo de Estados Unidos, utilizado por Arabia Saudita, el cual no sirvió para nada ante el ataque yemení. Desde el Ministerio de Defensa ruso afirmaron que los sistemas de fabricación estadounidense “no cumplen con las características declaradas” y tienen “una baja eficiencia”. Rápidamente, Vladimir Putín ofreció, de forma ciertamente irónica, brindarle la asistencia adecuada a Arabia Saudita con sus sistemas antiaéreos S-300 y S-400, los cuales ya demostraron su efectividad en Irán y Siria. Cuando la prensa norteamericana se refirió a esta cuestión ante el mismísimo secretario de Estado yanqui, Mike Pompeo, de cómo es posible que Riad, que gasta miles de millones de dólares comprando armamentos y sistemas estadounidenses, no haya podido detener el ataque, Pompeo respondió de forma humillante que “a veces incluso las mejores defensas aéreas fallan”.

Ante esta escalada del imperialismo, el mundo multipolar (encabezado por Rusia y China) también comenzó a mover sus fichas. Aunque todavía no se especificó la fecha, desde el gobierno iraní informaron que se realizarán los primeros ejercicios militares trilaterales de su historia, junto con China y Rusia, en aguas internacionales del Océano Índico y en el Golfo de Omán. Irán también realizó el domingo 22 de septiembre un desfile militar donde exhibió misiles balísticos de largo alcance con capacidad para ojivas; además de una serie de nuevos equipos de fabricación nacional, como un nuevo sistema de artillería (Ha’el) y una versión local similar al sistema ruso S-300 (Bavar 373).

Está claro que lo que busca Estados Unidos es un conflicto bélico entre Arabia Saudita e Irán, lo que llevaría a toda la región a una guerra total. Medio Oriente se encuentra dividido entre países soberanos que buscan un desarrollo independiente (encabezados por Irán), y países neocoloniales o satélites del imperialismo (encabezados por Israel y Arabia Saudita). La región es también una parte indispensable para conectar Asia con África y Europa a través de la “Nueva Ruta de la Seda” patrocinada por la República Popular China. Estados Unidos busca detener este proyecto progresista y antiimperialista a toda costa.