PANORAMA LATINOAMERICANO

Perdimos una batalla, pero no la guerra

Dificultades internas y presiones externas. Los traspiés electorales y el rol de las corporaciones mediáticas configuran nuevos desafíos y retos para la continuidad de los procesos iniciados hace más de una década en Venezuela, Brasil y Bolivia.

En América del Sur se consolidaron procesos políticos de avanzada, democráticos y de integración regional con un grado de independencia de los Estados Unidos como nunca en la historia de la región. Sin embargo, algunos hechos recientes parecen mostrar un cierto avance de la derecha.

Los gobiernos de Brasil, Venezuela y Bolivia han logrado disminuir la pobreza y la desigualdad y a la vez ampliar sus bases políticas y sociales y fortalecer los partidos y movimientos que los sustentan. No obstante, a más de una década de estar en el gobierno, se produjeron algunos traspiés electorales fruto del desgaste natural de la gestión y de la manipulación de los medios de comunicación que funcionan como partidos de oposición organizando el malestar, reforzando prejuicios racistas y clasistas y montando supuestos hechos de corrupción que son repetidos hasta el cansancio. Además, deben enfrentar el boicot económico y las consecuencias de una crisis capitalista profunda de la cual no se avizora su fin.

Así, observamos como en Brasil, a la permanente campaña contra Dilma, se suma la estrategia de obturar el camino a la presidencia de Lula. La oposición brasileña pretende vincular a la presidenta y a los miembros del PT con el caso de corrupción de Petrobras para solicitar su destitución. Pero la comisión parlamentaria encargada de la investigación eximió a ambos líderes al no encontrar pruebas en su contra. Lula se presenta como el candidato mejor valorado para asumir la presidencia en las próximas elecciones y su respaldo a Dilma es fundamental. Asimismo, el PT es la organización política con más empuje e inserción social en Brasil.

Por otro lado, en Venezuela el gobierno bolivariano viene desplegando una serie de medidas con el objetivo de corregir los principales problemas que atraviesa la economía, a pesar de las trabas y las presiones de la derecha que ejerce la mayoría calificada en la Asamblea Nacional. Maduro anunció seis líneas de acción para superar la coyuntura económica actual e impulsar un nuevo modelo productivo menos dependiente de la renta petrolera. Desde un nuevo servicio alimentario y distributivo, hasta un sistema de fijación de precios con la Ley de Precios Justos y el establecimiento real de los costos. Se decidió fijar un nuevo sistema de precios para la gasolina, después de 20 años, para cubrir los costos de producción y el funcionamiento de la petrolera estatal PDVSA. Se lanza el Plan reforzado de empleo y protección del salario y pensiones lo que significará una inversión de 190 mil millones de bolívares en obras públicas que permitirá crear fuentes de empleo. Tras casi dos años de fuertes ataques contra los precios del crudo a nivel internacional, el Gobierno bolivariano ha venido adoptando medidas para sostener y fortalecer las políticas sociales, además de aminorar los efectos negativos que produce la baja de los ingresos por el petróleo.

En Bolivia con motivo del referendo se ha desplegado una de las campañas sucias más grandes de los últimos tiempos. Comenzó con la acusación de tráfico de influencias y continúa con los dimes y diretes sobre el hijo de Evo. Como señaló García Linera, este es uno de los motivos por el cual el MAS no obtuvo el caudal de votos acostumbrado: “Es por la infame guerra sucia a la que no estaba acostumbrado el pueblo, ni nadie. Esto es una innovación cochina de la batalla política”.

El resultado ajustado a favor del No denota la amplia base social del MAS. Como destacó el presidente, el 50 por ciento de la población apoyó a su gobierno luego de 10 años de mandato: “Una batalla, pequeña batalla por la modificación parcial de la Constitución hemos perdido. (…) Logramos el 50 por ciento de apoyo con semejante campaña sucia”. Evo se prepara para aplicar la Agenda Patriótica, un plan de desarrollo que propone de aquí a nueve años cambiar la fisonomía del país con una serie de obras y de incentivos a las actividades económicas.

Esos procesos populares han fortalecido las democracias en sus países, han integrado a las grandes mayorías ampliando y afirmando sus derechos. La derecha en cambio opera permanentemente para sumir al pueblo en el derrotismo y poder así aplicar políticas neoliberales de ajuste y endeudamiento. Los desafíos son muchos, pero apoyados en la legitimidad de su gestión y en la organización política avanzan por un camino que no es recto y tranquilo, que es contradictorio y batallador. Como afirmó el compañero Evo “…hemos perdido una batalla, pero no la guerra. Habrá otras batallas para ganar. El proceso de cambio es una revolución”.