APERTURA DE SESIONES ORDINARIAS EN EL CONGRESO NACIONAL
Un proyecto que retrotrae a lo peor de la Argentina
El mensaje a la Asamblea Legislativa Nacional que realizó el presidente Macri fue un cúmulo de justificaciones del ajuste brutal en base a la supuesta “catástrofe” en que el PRO recibió el Estado y la economía, sumado a un discurso con lemas calcados de su campaña presidencial y anuncios sociales ya hechos el 10 de diciembre y todavía no implementados.
El 1º de marzo el presidente Macri abrió las Sesiones Legislativas en el Congreso de la Nación, y se fueron haciendo evidentes varios contrastes con los años anteriores. Al igual que Carlos Menem, Macri incurrió en errores y furcios elementales en un discurso leído que no sobrepasó los 45 minutos, como por ejemplo leer una misma página del escrito dos veces. El pasado inmediato de una CFK que brilló como estadista en sus 8 discursos de apertura legislativa, hace más dramática la debilitada autoridad presidencial del ingeniero que hoy maneja las riendas del Ejecutivo nacional.
Pero lamentablemente, este fue el menor de los contrastes de la mañana del 1º de marzo. Macri arrancó su alocución negando prácticamente todos los avances de la etapa 2003-2015: se quejó de que “la falta de planeamiento, la corrupción y la desidia hicieron que nos encontremos con un Estado mal gestionado”, refiriéndose a un Estado activo como nunca en la historia reciente de la Argentina, que tuvo como principal tarea la distribución de la renta y la asistencia a los sectores más postergados de nuestra sociedad.
Otra frase nefasta del presidente fue al referirse al modelo de inclusión: “El modelo de inclusión social y crecimiento que tanto habló el gobierno anterior nos llevó a la pobreza y la exclusión. Tenemos una inflación del 700% en los últimos 10 años. Con una suba de precios constante”. Esto dicho sin hacer ninguna referencia a las paritarias que permitieron una suba del salario mínimo, vital y móvil del 3000% (de $200 a $6.060). Mucho menos se hizo mención la megadevaluación realizada desde el 15 de diciembre, los despidos masivos, los tarifazos en los servicios públicos y la inflación desbocada desde el principio del nuevo mandato. El recurso de echarle la culpa a la gestión kirchnerista se le empieza a acabar a un gobierno que desde su asunción no ha hecho más que apretar sobre los derechos y el salario de los sectores populares, a la vez que libera las restricciones al establishment y a las corporaciones nacionales e internacionales.
Los bloques de diputados y senadores del FpV esperaron al discurso de Macri aprovisionados de carteles y pancartas que mostraron para visibilizar los reclamos ante la avanzada de la restauración conservadora: “Basta de despidos”, “Exijamos la soberanía de Malvinas”, “Protección a la industria nacional”, “No al pago a los fondos buitres”, “Juicio a cómplices civiles de la dictadura” fueron algunos de los mensajes que se vieron filtrados en medio de la transmisión oficial. Algunos de los legisladores salieron a contestar verbalmente en pleno recinto, al no poder bancarse las provocaciones del discurso macrista, como el pedir “Nunca más a la violencia institucional” mientras la compañera Milagro Sala continúa presa sin causa firme, a pesar de las inconsistencias de la causa judicial armada por pedido de Gerardo Morales y sin considerar sus fueros como representante argentina en el Parlasur.
La última parte del discurso fue destinada a repetir frases vacías de la campaña, como la necesidad de “buscar coincidencias” y “focalizar las energías en cómo hacer crecer el país”. Mientras Macri declaraba que “cumplimos con la promesa de campaña de levantar el cepo y todas las restricciones cambiarias sin que ocurriese ninguna de las desgracias pronosticadas”, el dólar atravesaba el techo de los 16 pesos sin que el Banco Central pudiera (ni quisiera) impedirlo.
El contraste quedó marcado en el estilo de liderazgo de los mandatarios. Mientras Cristina llevó en sus mandatos por delante a la política, marcando el rol de la economía en base a las necesidades nacionales y populares, Macri queda expuesto como un títere de los poderes económicos transnacionales y corporativos, que cuando se desgaste lo suficiente no dudarán en descartarlo como ya hicieron con tantos.
LA ENTREGA A LOS BUITRES
¿Por qué derogan leyes soberanas?
La derogación de las leyes 26.017 y 26.984, conocidas como Ley Cerrojo y de Pago Soberano, implica un peligro concreto al futuro de la economía nacional. No sólo porque en los ’90 y en 2001 nuestro pueblo ya vivió la apertura financiera de la Argentina con el fin de endeudarse para beneficio de los bancos (lo que en la jerga económica se llama la “bicicleta”, o sea pedir deuda para pagar deuda), sino también debido a que las condiciones de reinserción al mercado de capitales que se pondera es tramposa. El endeudamiento viene con condiciones de ajuste social, achicamiento de las estructuras de contención del Estado y el traspaso de capitales desde el sector productivo (fábricas y rubros industriales y manufactureros, creadores de empleos) al sector financiero (la timba especulativa).
La Ley Cerrojo, aprobada inicialmente en 2005 y luego modificada en 2010, regula el proceso de renegociaciones con bonistas de la deuda que entró en default a fines de 2001. La ley prohíbe al gobierno de turno mejorar la oferta que se le realizó a todos los acreedores (el 35% por cada dólar que ofrecieron Néstor y Cristina en las dos renegociaciones, y que aceptaron el 93% de los acreedores), para evitar injusticias entre bonistas y juicios al Estado por discriminación. A esta legislación se le sumó en 2014 la Ley de Pago Soberano, que habilita al Poder Ejecutivo a pagar a los acreedores bajo legislación argentina, en suelo argentino, evitando el lobby sobre jueces extranjeros por parte de corporaciones financieras.
Considerando los métodos engañosos de los fondos buitre, la derogación de estas dos normas para habilitar el pago a la usura es delicada porque, al generarse una oferta mejor en comparación con los bonistas reestrucuturados, no garantiza que no se den nuevos juicios contra el país, sino más bien lo contrario. Los buitres, por ejemplo, con este antecedente podrían comprar los viejos bonos defaulteados que entraron originalmente al canje y exigir que se les pague de la misma forma que la que ahora les ofrece el equipo económico de Macri, iniciando así una espiral que haría a la deuda virtualmente impagable. En esa trampa, que jaquea el futuro de nuestra economía, podría entrar nuevamente la Argentina.