SE FORTALECE LA ORGANIZACIÓN POPULAR

Contra el golpe

Avanza el juicio político contra Dilma y se fortalece la organización popular y aumentan las manifestaciones contra el golpe en Brasil.

Finalmente, con el voto de 367 diputados se avanzó en el impeachment contra la presidenta Dilma. El hecho sumerge en la inestabilidad al país más importante del continente y afecta directamente a toda América Latina. Pero, además, la embestida se orienta contra los Brics, en un momento convulsionado de la economía internacional, donde un bloque de países puja por el control del comercio global frente a los EE UU y la UE.

El imperialismo yanqui y las derechas nativas han logrado armar una estrategia para derrocar los gobiernos populares y progresistas en América Latina mediante los llamados golpes blandos. Está consolidada y se está poniendo a prueba. Machacar con el tema de la corrupción desde los monopolios mediáticos, hacer de eso el tema de la agenda política y transformarla en “la cuestión nacional”. Poner a los políticos neoliberales, en casi todos los casos los más corruptos de la región, a vociferar a los cuatro vientos la necesidad de terminar con el gobierno. Se le suma el accionar del poder judicial y luego, según las circunstancias, policías locales y otros poderes fácticos.

En Brasil, se está empleado este mecanismo con bastante éxito hasta el momento. Así es como se llega al hecho, casi paródico, de que Cunha (PMDB), el político más corrupto del país, esté a la cabeza del pedido de juicio político a una presidenta honesta. Un ejemplo sirve para ilustrar quiénes son los que aprobaron el impeachment: de los 38 diputados que conformaban la Comisión especial para evaluar la acusación, 35 tienen casos de corrupción por los que son investigados.

En las justificaciones de los votos, apenas se mencionaron los crímenes por los que se acusa a Dilma. En un Congreso blanco, de adultos varones, de clase media alta y de estratos ricos de la sociedad, el racismo, la homofobia y la misoginia primaron por sobre cualquier argumento razonado. La religiosidad también estuvo a la orden del día. Diputados que son autonombrados pastores anunciaron su voto favorable a la destitución “porque estoy en contra de la educación sexual de los niños en las escuelas públicas”, y porque era una forma de “impedir que niños decidan cambiar de sexo”. Hubo además espacio para saludos familiares, homenajes a esposos, esposas, madres, padres, hijos, abuelos y suegras. El diputado de extrema derecha Bolsonaro al votar por el Sí reivindicó la memoria de un conocido represor de la dictadura, Carlos Alberto Brilhante Ustra, quien fuera el torturador de la presidenta.

Los motivos del No fueron claros: Dilma es honesta, no robó, no tiene empresas ni cuentas en el exterior, o sea que no hay delito. Y sin delito el juicio es un golpe.

La operación también ha sido exitosa en cuanto a movilizar a una porción importante de las capas medias, mismos sectores que han engordado al calor de las políticas del gobierno del PT durante los últimos 13 años. Pero estos segmentos sociales no son un universo homogéneo y politizado, más bien un grupo indignado y virulento que reacciona ante la gasolina que, día a día, esparcen los monopolios mediáticos como el Grupo Globo. Es una muchedumbre que rechaza la política y la organización porque cree firmemente que todo lo que se relaciona con la gestión de gobierno está sucio y contaminado. Su despolitización no sólo juega en contra del gobierno de Dilma y el PT, sino también de la propia derecha que los usa para poner fin al proceso que Lula inició en el 2003.

Los políticos de la derecha brasileña, incluido el vicepresidente aspirante a conducir el gobierno, no tienen la más mínima legitimidad frente a las mayorías populares. La intención de voto de Temer es menor al 2%. Con este nivel de impopularidad la clase dirigente tradicional de Brasil está conduciendo al país a una crisis política mayor que la actual.

Por otro lado, las movilizaciones del PT, sus aliados, los trabajadores y diversos sectores sociales y culturales ponen en un nivel alto de resistencia a los sectores política e ideológicamente más organizados. El músculo social se ha fortalecido enormemente ante la embestida neoliberal y Lula sigue siendo un líder indiscutible, el único capaz de despertar adhesión en las masas brasileñas.

Él ha afirmado que se dedicará, por entero, a la lucha por la democracia en Brasil. Lucha que hoy significa, en primer lugar, la defensa del mandato de Dilma, conquistado con el voto mayoritario del pueblo, así como, impedir que Temer pueda asumir y poner en práctica el desguace del Estado brasileño y de los derechos de los trabajadores.