ANIVERSARIO

José Martí en Nuestra América

Combatiendo por la Independencia de Cuba del colonialismo español, el 19 de mayo de 1895 en la Batalla de Dos Ríos, caía José Martí.

Periodista, abogado, escritor, poeta y político revolucionario, José Martí hizo de su maravillosa poesía el arma más poderosa de su combatividad militante.

“¿Que como crin hirsuta de espantado / caballo que en los troncos secos mira / garras y dientes de tremendo lobo, / mi destrozado verso se levanta…? / Sí; pero se levanta! a la manera / como cuando el puñal se hunde en el cuello / de la res, sube al cielo hilo de sangre: / sólo el amor engendra melodías”.

Cuando Martí escribió este poema, acaso no pensaba -o acaso sí- que la “crin hirsuta” iría a ser la de su propio caballo “Baconao”, o que la sangre sería la de su propio pecho acribillado en la batalla. Y su amor siguió engendrando melodías. Amor a la Patria, a la Humanidad y al pueblo humilde: “con los pobres de la tierra quiero yo mi suerte echar”.

Fidel Castro dijo, en su célebre alegato “La Historia me absolverá”, que el verdadero autor intelectual de aquel levantamiento no era otro que José Martí. Y lo siguió diciendo tras el triunfo revolucionario de 1959: que el autor intelectual de la Revolución Cubana no era otro que José Martí.

El Che supo decir en un acto conmemorativo de 1960: “Martí fue el mentor directo de nuestra Revolución, el hombre a cuya palabra había que recurrir siempre para dar la interpretación justa de los fenómenos históricos que estábamos viviendo y el hombre cuya palabra y cuyo ejemplo había que recordar cada vez que se quisiera decir o hacer algo trascendente en esta Patria… porque José Martí es mucho más que cubano: es americano; pertenece a todos los veinte países de nuestro continente…”.

Y fue que José Martí escribió su vigente ensayo “Nuestra América” en enero de 1891, hace 125 años: “Cree el aldeano vanidoso que el mundo entero es su aldea, y con tal que él quede de alcalde, o le mortifique al rival que le quitó la novia, o le crezcan en la alcancía los ahorros, ya da por bueno el orden universal, sin saber de los gigantes que llevan siete leguas en las botas y le pueden poner la bota encima, ni de la pelea de los cometas en el cielo, que van por el aire dormido engullendo mundos. Lo que quede de aldea en América ha de despertar. Estos tiempos no son para acostarse con el pañuelo a la cabeza, sino con las armas de almohada, como los varones de Juan de Castellanos: las armas del juicio, que vencen a las otras. Trincheras de ideas valen más que trincheras de piedra”.

¡¿Y qué mejor que su propia pluma enamorada?!

R.G.M.