EDITORIAL:

VOLVIÓ CRISTINA

Un liderazgo intacto

“Tantas veces me mataron, tantas veces me morí, sin embargo estoy aquí…” podría bien decir Cristina, blanco durante la última década de un encadenamiento de agresiones sin precedentes en la historia nacional, que hoy devino en una persecución política, mediática y judicial cuidadosamente sincronizada.

El último 4 julio, el cóctel conmemorativo celebrado en la Embajada de los Estados Unidos reunió a las principales cabezas de este accionar coordinado, despejando cualquier duda respecto a dónde se cuecen este tipo de cacerías. Buscan por todos los medios callar a Cristina, empujarla al vacío, amedrentarla a ella y a los suyos, con el objetivo expreso de garantizar la continuidad del neoliberalismo en la Argentina. Con Macri, con el sector del PJ afín o con cualquier otra variante que preserve los intereses del imperialismo en nuestro país.

La preocupación de fondo de los factores de poder (que ellos identifican con precisión) es que, más allá del clima de “debilidad” que buscaron presentar a partir de algunas deserciones parlamentarias o de los oportunismos de diversa índole en la representación superestructural, el liderazgo popular de Cristina, su vínculo político con las masas, se encuentran intactos. Esto es lo principal y es lo que el enemigo no logra quebrar. Por eso responden como responden.

La sucesión de intimidaciones contra la ex presidenta y algunos de sus principales colaboradores, la repetición de vericuetos judiciales (allanamientos, citaciones y denuncias falsas de malas y burras) para abastecer un hostigamiento permanente, junto con la presencia de actos de violencia (el más reciente fue el ataque con protección policial a la redacción de Tiempo Argentino) que buscan sembrar miedo y disciplinamiento, conforman un escenario riesgoso donde se limitan las libertades públicas y democráticas. Es lo que Cristina denominó una democracia de nula intensidad.

¿Pero por qué no pueden esmerilar su ascendencia en millones de compatriotas? Cristina es la voz de los desplazados por el ciclo abierto de ajuste, devaluación y endeudamiento. No sólo expresa a quienes nos sentimos plenamente identificados con su liderazgo, sino que es -objetivamente- la única figura política en condiciones de representar los intereses de clase del pueblo trabajador, también de quienes la adversan.

Detrás de la espesa cortina interpuesta por el monopolio brota, cruda, la angustiante realidad de nuestro país. Entre noviembre y abril, el poder adquisitivo del salario retrocedió un 28 por ciento. Prueba de esto es que en junio las ventas en comercios minoristas se contrajeron un 9,8 por ciento, lo que constituye la mayor caída en los primeros 6 meses de gobierno PRO. Sólo se incrementaron las ventas del rubro farmacia, aunque por el aumento de las afecciones de salud masivas. Esta drástica caída de la actividad económica (además de las exenciones al agro y mineras) produjo una significativa caída en los ingresos tributarios -muy por debajo de los índices de inflación- lo que profundiza el proceso de desfinanciación del Estado nacional.

En su entrevista concedida a la televisión y en cada una de sus apariciones posteriores, la compañera Cristina no dejó de advertir sobre la importancia estratégica de las construcciones colectivas. Podríamos afirmar que en las condiciones histórico-concretas de nuestro país, sólo es posible concebir la construcción de una alternativa política a partir del rol orientador de su liderazgo, pero asumir, nosotros mismos, nuestras responsabilidades naturales: es decir, organizar desde abajo la resistencia al neoliberalismo, acumular fuerzas y arraigar la labor política entre las masas. Sólo así podremos frenar los embates del enemigo, defender a Cristina y generar las condiciones para restituir el proyecto nacional en nuestra Patria.