UN ACUERDO HISTÓRICO

Paz para Colombia y para América Latina

El pasado 23 de junio se rubricó en La Habana el Acuerdo para el cese al fuego definitivo y dejación de armas que pondrá fin a más de 50 años de confrontación entre el Estado colombiano y la insurgencia de las FARC-EP.

La firma del histórico acuerdo contempla el traslado de los ex combatientes de la guerrilla activa más antigua de América Latina a 23 zonas donde se crearán ocho campamentos para su reorganización y vuelta a la vida civil, a la vez que se firmó un acuerdo complementario que permitirá el regreso de los combatientes menores de 18 años a su ámbito familiar.

En la firma estuvieron presentes el presidente de Colombia Juan Manuel Santos y el Jefe de las FARC Timoleón Jiménez (Timochenko), con la cobertura del Comandante Raúl Castro y el canciller de Noruega Borge Brende como garantes de las tratativas de paz y actores imprescindibles en el exitoso desarrollo de las negociaciones.

Como países acompañantes asistieron la presidenta de Chile Michelle Bachelet, Nicolás Maduro por la República Bolivariana de Venezuela, Danilo Medina, mandatario de Republica Dominicana, Salvador Sánchez Cerén, presidente de El Salvador y Enrique Peña Nieto de México. También participaron Ban Ki-Mooon, diplomáticos estadounidenses y de la Unión Europea.

El Acuerdo contempla el cese de hostilidades y abandono de las armas, garantías de seguridad y de lucha contra las organizaciones criminales que sobrevinieron al paramilitarismo y la refrendación del acuerdo mediante la implementación de una enmienda constitucional que garantice el cumplimiento, luego de un plebiscito que apruebe el acuerdo. Las Naciones Unidas recibirá y fundirá las armas abandonadas por las FARC y con sus restos se realizaran tres monumentos en homenaje a la Paz.

En el temario de las conversaciones ocuparon un importante lugar una Política de Desarrollo Agrario Integral, la participación política, la lucha antidrogas, el reconocimiento, justicia y reparación de las cerca de siete millones de víctimas y el fin del conflicto propiamente dicho.

La Política de Desarrollo Agrario, acordada en mayo de 2013, incluye el acceso y uso de la tierra, la creación de un fondo de tierras para campesinos desposeídos, un plan de formalización de la propiedad y la implementación de planes nacionales con acciones para proveer bienes y servicios públicos en infraestructura y adecuación de tierras, desarrollo social, estímulos a la productividad y programas de desarrollo con enfoque territorial.

El blindaje jurídico que se garantiza a los combatientes desmovilizados y su inserción en la práctica política democrática fueron puntos clave en el arribo a este final ansiado. Una vez conocida la firma, miles de colombianos se lanzaron a las calles a festejar el último día de la guerra y el inicio de una etapa plagada de esperanzas. Estas expectativas se ven fortalecidas por el inicio de conversaciones de paz con el ELN para lograr un Acuerdo similar de cese de las hostilidades y desmovilización.

La Administración Obama, cuyo país ha sido el principal impulsor de la guerra en tierra colombiana, destinando ingentes fondos para terminar con las FARC-EP a partir del Plan Colombia, no ha tenido otra alternativa que aceptar (por lo menos en términos declamativos) los resultados alcanzados.

El Acuerdo fue criticado por el Centro Democrático, partido liderado por Álvaro Uribe, ex presidente de Colombia y fundador de la Autodefensas Unidas de Colombia, grupo paramilitar, y que anunció que dará inicio a una “resistencia civil” al proceso de paz. Por su parte, Alejandro Ordóñez, procurador general cercano a Uribe, dirigió una carta a Santos afirmando que deberían reanudar los bombardeos contra las FARC-EP y cuestionó el rango constitucional que pretende darse a las negociaciones, considerándolas incompatibles con el régimen democrático, al tiempo que advirtió acerca de las consecuencias penales y disciplinarias que enfrentarían quienes lo suscribieran.

Cincuenta años de lucha armada ponen de manifiesto que existen generaciones completas que comenzarán a vivir una nueva etapa signada por la concordia y el trabajo en común para el avance y desarrollo de Colombia. No será un camino fácil ni sembrado de rosas. Habrá que consensuar, negociar, aprender a mirarse unos a otros sin recelos ni resentimientos para poder construir la Paz.