VOLVIÓ EL CICLO DE ENDEUDAMIENTO EXTERNO

Con Macri, los muertos sí pagan

Desde diciembre se produjo el crecimiento de deuda externa más grande de los últimos quince años. Más de 30 mil millones de dólares contraídos en tan sólo seis meses de gestión neoliberal, en un claro retorno a las políticas de “pedir deuda para pagar deuda” que devastaron la Argentina.

Aprovechando el contexto favorable que dejó en materia económica y financiera la gestión de Cristina, el gobierno de Mauricio Macri inauguró en diciembre pasado un acelerado e intensivo proceso de endeudamiento, a través de la emisión descontrolada de bonos, préstamos de corto plazo pedidos por el Banco Central a entidades internacionales -con una garantía de 10.000 millones por parte del BCRA-, el swap de monedas con China (que el gobierno anterior había acordado pero no había tenido necesidad de activar en su mayor parte) y el pago flagrante y sin quita alguna a los fondos buitre que le declararon la guerra legal y financiera a la soberanía argentina desde el canje de 2005.

Durante el primer trimestre del año la deuda externa bruta total se incrementó en 16.195 millones de dólares, un alza del 11% en relación a marzo de 2015, según datos publicados en la Balanza de Pagos realizada por el INDEC a fines de junio. Pero estos datos no contemplan la inmensa cantidad de bonos colocados en el mercado financiero internacional para pagar el monto reclamado por los fondos buitre, o la mayor parte de las letras en dólares que se colocaron a lo largo del primer semestre del año. Si incluimos el pago a los buitres, unos 16.500 millones de dólares que ni siquiera llegaron a territorio argentino, estamos hablando de más de 30 mil millones de dólares nuevos de obligaciones a pagar. En esta cifra no consideramos tampoco la emisión de deuda de las administraciones provinciales, como la provincia de Buenos Aires, Mendoza, Neuquén, Córdoba y Capital Federal, que desde marzo acumulan aproximadamente 8200 millones más. Estos niveles de emisión van a aumentar hacia fin de año, ya que el proceso exitoso de desendeudamiento logrado durante los gobiernos de Néstor y Cristina permitieron alcanzar los bajos niveles de deuda pública y privada con los que asumió la Alianza Cambiemos. Esto le da al ingeniero Macri un mayor margen de maniobra y la chance de sumar más obligaciones financieras a la economía nacional sin grandes consecuencias financieras inmediatas.

Este proceso de endeudamiento (para financiar el ajuste, no el crecimiento) repite el esquema vicioso del neoliberalismo. Igual que en los ‘90, ahora se emite deuda para sostener la constante y creciente fuga de capitales, en este caso la que desataron Prat-Gay y Sturzenegger con la megadevaluación de diciembre pasado. Entre enero y marzo, el BCRA contabilizó una salida neta de 4231 millones de dólares al exterior, la mayor fuga de divisas desde la crisis financiera internacional de 2009. Dos elementos que facilitan esta fuga son la mayor liquidación de la cosecha de soja tras la devaluación y la reducción de las retenciones, y el ingreso de capitales especulativos de corto plazo que pretenden aprovechar las muy elevadas tasas de interés fijadas por el BCRA.

Durante los últimos doce años -gracias a los canjes de 2005 y 2010, la cancelación de la deuda con el FMI y el pago de bonos con reservas del BCRA- la Argentina liberó su economía de las obligaciones que la ataban al pago de partes crecientes de su PBI. El país consiguió enderezarse en una senda de crecimiento, creación de empleo e inclusión social. Por esas razones, la reinserción en los mercados financieros internacionales -con endeudamiento, desregulación, apertura y convocatoria a los capitales extranjeros- no impactará de forma inmediata pero nos devuelve a la misma lógica que nos hundió en la peor crisis de nuestra historia nacional. Con Macri cambiamos: los muertos, sus hijos y sus nietos, si pagarán las deudas.