SE EXTIENDEN MASIVAMENTE LOS DESPIDOS Y EL AJUSTE

Una crisis sin fondo

Los cierres de empresas, despidos y suspensiones no cesan. La política de destrucción de la industria nacional golpea a cada familia a la vez que genera las condiciones para postergar a la Argentina a la voracidad neoliberal.

En enero de este año la actividad industrial descendió un 6,4 por ciento. Esta caída y su relación con la actividad comercial, maltrata y expulsa a trabajadoras y trabajadores sin distinción de edad. Las grandes empresas, habilitadas por un Ministerio de Trabajo que no interviene más que para poner techo a las paritarias, desoyen las leyes. La inflación, el tarifazo y en particular la apertura de la economía por la quita de los aranceles a los productos importados, son las causas del crecimiento de la desocupación.

Según estudios de Economía Política para la Argentina (CEPA), en enero de este año se despidieron más de 3600 trabajadores. En febrero, más de 1200 compatriotas se quedaron en la calle y se suspendieron a otros 830. Más de 1300 se encuentran en situación potencial de recibir el telegrama definitivo. El acumulado entre 2016 y 2017 es de casi 207 mil despedidos (trabajadores registrados) y más de 40.500 suspendidos.

ALGUNOS DATOS QUE CONFORMAN EL MAPA. En la industria textil, el año pasado se contabilizaron 3.345 despidos y 11.720 suspensiones, según el CEPA. Para mencionar algunas de las grandes y medianas empresas: Alpargatas, Pampero, Textil Neuquén y Pymes de Luján, ciudad que se declaró en estado de emergencia, siendo la textil una actividad que emplea el 70 por ciento de los trabajadores industriales del lugar. En lo que se refiere al sector del calzado, la producción cayó un 4,6 por ciento y las importaciones crecieron en lo que va del año, un 6,2. La venta descendió un 30 por ciento y se registraron 4000 despidos durante 2016. En Córdoba y Santa Fe, el 70 por ciento de los trabajadores del sector, está suspendido.

Hacia finales de 2016, la construcción contabilizaba 60.600 cesantías y la metalúrgica, más de 16.900. Atanor, empresa que elabora productos químicos para la industria y el agro, cerró las plantas de Baradero y Munro dejando a 180 asalariados fuera del universo laboral. Estas dos plantas son las que se dedican a los productos para la industria; el destino de las que se dedican a herbicidas, es aún incierto: de seguir la dirección del viento, podrían comenzar a importar. Wolkswagen suspendió por un año y medio a 600 trabajadores de la planta de Pacheco con la amenaza de “al que no le gustan las nuevas condiciones de trabajo, ya sabe”. La industria informática tiene con Banghó su suerte echada: a principios de 2016 contaba con un plantel de 800 empleados, cantidad que fue descendiendo a 645. Hoy hay 183 suspendidos como consecuencia de la eliminación de los aranceles para importar. Esta empresa fue de suma importancia para el desarrollo del plan Conectar Igualdad. En Zárate como consecuencia de la paralización de Atucha III, se suman 200 compatriotas más sin trabajo.

Los trabajadores de YPF santacruceños se encuentran en estado de alerta: ante los indicios de desinversión del Estado nacional, se prevén 2000 cesantías que se sumarían a las 1700 en Neuquén. En Rosario, la única empresa que produce llantas de aluminio en nuestro país cesanteó a 170; en Puerto Madryn, Cerámica San Lorenzo despidió a 140 que se suman a los 500 anteriores en otras plantas; en Chubut, Minera Sierra Grande a 250; en Villa Mercedes, San Luis, Georgalos a 50 operarios. La industria láctea tiene en vilo a 4000 trabajadores de Sancor por el brusco descenso de la producción de leche; en Rufino, Santa Fe, cerró una planta de La Serenísma.

A esta cantidad de trabajadores desocupados o suspendidos, hay que sumarle los que no están registrados, los que realizan changas y también a todos los comercios que rodean una fábrica o empresa: la casa que vende comidas, la librería que saca fotocopias y vende artículos de oficina, el kiosco, etc.

El ajuste, la flexibilización laboral de hecho, la desocupación, no sólo son medidas que destruyen a cada familia; son parte de una política estratégica: arrasar con la industria nacional y reconvertir el modelo de país a uno que sólo exporte granos. Pero la resistencia crece.