Los acontecimientos nacionales no se desarrollan en un vacío. La embestida de los Estados Unidos en diversos frentes simultáneos encuentra férrea resistencia. Xi Jinping y Vladimir Putin acaban de reafirmar la asociación estratégica integral que une a China y Rusia. Es su respuesta a la batería de sanciones económicas que imponen los yanquis por doquier. Irán también respondió con dureza frente al bloqueo petrolero, estableciendo acuerdos con países de la UE, agudizando de esta forma las efervescentes contradicciones interimperialistas.

En nuestro continente, México es blanco de permanentes presiones por parte de Trump, quien utiliza como cuña el drama inmigratorio. AMLO no cede frente a las provocaciones, sin dejar de buscar caminos para abrir un canal de diálogo. Tampoco saben de rendiciones los camaradas cubanos, hoy agredidos nuevamente mediante el recrudecimiento de la criminal Helms-Burton. Venezuela se estabiliza victoriosa mientras se disipa en la nada el “plan Guaidó”. En este recuento sobresale el gigante Brasil, donde días atrás quedó expuesto el putrefacto entramado mediático y judicial que encarceló a Lula y posibilitó la ascensión de Bolsonaro. Hoy está más cerca la libertad del líder brasileño.

Al cierre de la presente edición se definen en nuestro país las alianzas electorales de cara a las presidenciales del mes de octubre. El escenario se perfila hacia una nítida confrontación entre dos proyectos antagónicos. La fórmula que integran Alberto Fernández y la compañera Cristina expresa a las grandes mayorías que buscan sepultar al neoliberalismo en nuestra patria. El binomio Macri-Pichetto representa sin ambages las posiciones del imperialismo en la Argentina y en América Latina.

Los medios oficiales se esforzaron por adjetivar la “gran jugada” de Macri, pero no fue para tanto. El gobierno acciona desde una ostensible debilidad. Pichetto aceptó “en un segundo” luego de las negativas de Urtubey y Ernesto Sanz para secundar al devaluado presidente. Alternativa Federal naufragó antes de zarpar, y el salteño terminó acordando con Roberto Lavagna: una “tercera vía” que a priori le resta votos a Cambiemos, ahora rebautizado Juntos por el Cambio. Por otra parte, Sergio Massa acordó integrarse al gran conglomerado opositor que encabezan Alberto y Cristina, el Frente de Todos. El sentido de estos movimientos de última hora tuvo un único disparador, que fue el anuncio de CFK del pasado 18 de mayo, donde verdaderamente se condicionó el tablero político.

La decisión del gobierno de abrirse al peronismo sin votos estuvo antecedida por una sonada derrota electoral del macrismo el último domingo, que los medios monopólicos buscaron soslayar. En Tucumán y Entre Ríos (Paraná incluida) por diferencias siderales, y en Chubut conquistando un cómodo tercer puesto. En el caso de Jujuy, Morales perdió 15 puntos respecto al 2015, y logró imponerse por una escasa diferencia gracias a los buenos servicios del PJ local, que dividió al espacio opositor. En Mendoza se realizaron primarias, con una significativa victoria de la compañera Anabel Fernández Sagasti, quien se impuso en la interna de Unidad Ciudadana-PJ.

Mientras se desarrolla el calendario electoral (evidentemente adverso para el gobierno nacional) crece también el malestar social impulsado por una crisis económica de proporciones incalculables. El kilo de pan por encima de los $100, la mayor caída de consumo de carne en 20 años o el cierre de 50 pymes por día son expresiones concretas de una situación realmente dramática. Si no avistamos un desenlace como el de diciembre de 2001, es porque nuestro pueblo cuenta con una perspectiva política de salida de este infierno. Esa esperanza la encarnan Alberto Fernández y la compañera Cristina. La imponente recepción popular a CFK en Santiago del Estero es un reflejo claro y tangible.

Nos espera una dura campaña, no exenta de provocaciones del enemigo, principalmente en el plano judicial. Está en juego la Patria, como pocas veces en nuestra historia. Los comunistas vamos a poner el cuerpo, nuestros corazones y nuestras ideas.