A pocos días de conmemorarse el décimo aniversario del Golpe de Estado pro imperialista contra el presidente constitucional Manuel Zelaya, aquel fatídico 28 de junio de 2009, Honduras se encuentra al borde de una rebelión popular liderada por el Partido Libertad y Refundación (del mismo Zelaya) contra el gobierno neoliberal de facto de Juan Orlando Hernández.

La semana pasada se vivieron momentos de mucha tensión entre el pueblo y las fuerzas represivas del Estado, con el saldo de tres civiles muertos y decenas heridos a lo largo y ancho del país. Piquetes, manifestaciones cada vez más masivas y huelgas sindicales se están multiplicando por toda Honduras para hacerle frente al neoliberalismo, sostenido a través de la represión y el fraude electoral. Incluso sectores de la policía se unieron a las diversas marchas negándose a disparar contra el pueblo. Esto obligó a Hernández a ordenar al ejército atrincherar la casa de gobierno y pedirle a Donald Trump, de forma desesperada, el ingreso de nuevos marines al país. En Honduras existe una de las bases militares más importantes de EE.UU. en todo el continente, la base de Palmerola, agrandada el último viernes en una ceremonia a la que asistieron el presidente de facto y el comandante del Comando Sur de los Estados Unidos, el almirante Craig Faller. Una jugada muy arriesgada que está generando un mayor descontento entre la población. “Las tropas de EE.UU. vienen a imponernos la dictadura. No son bienvenidos. Su presencia constituye una amenaza real para la reconstrucción del Estado democrático, el respeto de los derechos humanos y la seguridad del pueblo hondureño”, expresó Manuel Zelaya, que a su vez llamó al pueblo a unificar las manifestaciones y mantenerse en alerta.

Para comprender la importancia geopolítica de Honduras hay que tener en cuenta que es el país de América Central más cercano a Cuba y comparte una inmensa frontera con Nicaragua, dos países que, junto con Venezuela, son los principales objetivos latinoamericanos del imperialismo. Los próximos días serán clave, tanto para Honduras como para toda la región, y podrían significar un duro golpe contra EE.UU., cuyo control neocolonial sobre este país hermano se debilita.