El 16 de julio de 1989, hace treinta años, fallecía en La Habana, a los 87 años, Nicolás Guillén, el gran poeta revolucionario cubano.

“Como si San Martín la mano pura / a Martí familiar tendido hubiera, / como si el Plata vegetal viniera / con el Cauto a juntar agua y ternura, / así Guevara, el gaucho de voz dura, / brindó a Fidel su sangre guerrillera / y su ancha mano fue más compañera / cuando fue nuestra noche más oscura. / Huyó la muerte. De su sombra impura, / del puñal, del veneno, de la fiera, / sólo el recuerdo bárbaro perdura. / Hecha de dos un alma brilla entera, / como si San Martín la mano pura / a Martí familiar tendido hubiera.” Así reza el famoso poema Che Guevara, de quién había nacido en Camagüey un 10 de julio de 1902.

El mismísimo autor de La muralla que tantísimos cantamos: “Para hacer esta muralla, / tráiganme todas las manos: / Los negros, sus manos negras, / los blancos, sus blancas manos. / Ay, / una muralla que vaya / desde la playa hasta el monte, / desde el monte hasta la playa, / bien, / allá sobre el horizonte.”

Nicolás Cristóbal Guillén Batista, el de la pluma heredera de José Martí. El que conoció y admiró al gran Federico García Lorca. El amigo de Juan Marinello que alternó, en México, con David Alfaro Siqueiros y Diego Rivera. El que marchó a Valencia en 1937, a participar del IIº Congreso Internacional de Escritores para la Defensa de la Cultura, y en plena Guerra Civil Española trabó hermandad antifascista y revolucionaria con Pablo Neruda, César Vallejo, Antonio Machado, Miguel Hernández, Rafael Alberti y León Felipe.

El mismo que escribió Tengo y fue militante de la Revolución y del Partido Comunista de Cuba: “Tengo, vamos a ver, / tengo el gusto de andar por mi país, / dueño de cuanto hay en él, / mirando bien de cerca lo que antes / no tuve ni podía tener. / Zafra puedo decir, / monte puedo decir, / ciudad puedo decir, / ejército decir, / ya míos para siempre y tuyos, nuestros, / y un ancho resplandor / de rayo, estrella, flor.”

El fundador y presidente de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) y Premio Lenin de la Paz (1954), que también supo cantarle al amor maravillosamente como en: “¡De qué callada manera / se me adentra usted sonriendo, / como si fuera la primavera! / (Yo, muriendo.) / Y de qué modo sutil / me derramó en la camisa / todas las flores de abril.”

¡Y qué mejor homenaje que sus propios e inolvidables versos!

R.G.M.