En La Matanza, la compañera Cristina apuntó sobre un tema clave para la próxima etapa: la necesidad de identificar al neoliberalismo como modelo económico responsable del estrago actual. Sugirió no caer en la tentación de personificar las políticas, más allá de que los hambreadores tienen nombres y apellidos, que no debemos olvidar.

Es esencial la observación porque, aún ante el colosal descalabro de Cambiemos, se escuchan voces desde afuera y dentro de nuestro país que insisten con la continuidad del programa de ajuste y endeudamiento que eclosionó con Macri. Primero fue la OCDE días atrás, ahora es el FMI el que busca atar cualquier negociación al compromiso de concretar las reformas estructurales pendientes vinculadas al sistema previsional, la precarización laboral y el régimen impositivo.

Macri viajó a los Estados Unidos con el único propósito de implorar el desembolso del FMI, que no va llegar. Permanecerá en Nueva York 12 horas, sin agenda bilateral. Curiosa integración de la Argentina al mundo. Los yanquis sólo piensan en cómo condicionar al próximo gobierno, que no tiene vocación de sumarse al enfoque monroísta del patio trasero.

En sus recientes visitas a Bolivia y Perú, Alberto Fernández abordó un tema particularmente delicado de la coyuntura continental: la situación política en la Venezuela bolivariana. En ambas conversaciones se bregó por una solución que respete la soberanía de la nación hermana, cuestionando cualquier insinuación de carácter militar o intervencionista. Se habló de la necesidad de recuperar instrumentos regionales como la UNASUR, posición que expresa el sentimiento mayoritario del pueblo argentino.

Aún con el resultado electoral en ciernes en nuestro país, se observa ya un cambio en los vientos continentales respecto a la política seguidista y genuflexa de los últimos años. Todavía resta un encuentro del candidato del Frente de Todos con el presidente de México Andrés Manuel López Obrador. El imperialismo es verdaderamente conciente del peso objetivo de la Argentina en la correlación de fuerzas del continente latinoamericano.

La agresividad de la administración Trump en nuestra región y en diferentes regiones del mundo responde a estos movimientos que desafían sus pretensiones hegemónicas. El conflicto latente en Medio Oriente, agudizado por estas horas a partir de la explosiones en las principales refinerías de Arabia Saudita (que buscan facturarle a la República Islámica de Irán), forma parte del guión de maniobras yanquis. En el mismo se suceden las permanentes provocaciones contra la República Popular China, cuyo liderazgo se extiende sobre las naciones emergentes.

Nuestra patria se encuentra ante la posibilidad de salir del pozo del neoliberalismo y recuperar su senda de desarrollo, interrumpida en diciembre de 2015. No será sencillo, teniendo en cuenta el desastre generado. En sólo cuatro años se duplicó el desempleo, además de que nos anudaron nuevamente la soga del endeudamiento al cuello. En esta transición hacia un proyecto de nación concebido para las amplias mayorías, será necesario abordar algunos elementos que contribuyan, de mínima, a equilibrar las cargas. Cristina lo planteó clarito en su reciente intervención. En primer lugar, romper con las cadenas de la deuda, fuente de la dependencia y el hambre para el pueblo. En este orden, discutir el rol de los formadores de precios y por tanto de los márgenes de ganancias de las grandes empresas. Son cuestiones de absoluta relevancia que, de no resolverse, van a esmerilar las expectativas de cambio que hoy expresa el Frente de Todos.

Las tareas en el plano económico van a requerir de compresión política, de mayor conciencia y movilización. En particular frente a un enemigo poderoso que no pierde el tiempo y buscará por todos los medios que la nueva experiencia tropiece antes de empezar a caminar. No nos cansamos de repetirlo: será una condición excluyente la organización de las masas, sin la cual la vuelta al neoliberalismo será más que un peligro latente.