Restan pocas semanas para el 27 de octubre, momento en que se definirá el rumbo político que adoptará la Argentina. El desastre provocado por el neoliberalismo en estos cuatro años permite reflejar (sin espacio para la confusión) la pulseada entre dos proyectos antagónicos de país. Una parte mayoritaria de la sociedad se expresó en las PASO con un voto claro: basta de ajuste, de hambre, de desocupación. Todo indica que esa posición se va imponer con más holgura en las elecciones generales.

No es menor esta última cuestión. Cuanto mayor sea el respaldo hacia la fórmula que conforman Alberto y Cristina, mayores serán las fuerzas para enfrentar una coyuntura verdaderamente dramática. Dentro de esta, será determinante la forma en que se aborde el colosal lastre de la deuda. Ambos referentes del FdT expresaron con claridad que la solución no será a costa del hambre de los trabajadores y el pueblo.

Partiendo de esta definición esencial, aparecen diversas variantes, que habrá que evaluar. El antecedente más próximo es el que impulsó Néstor, que incluyó quita de capital y eliminación de intereses. CFK advirtió semanas atrás que deberá discutirse la legalidad de la deuda contraída. En este contexto aparece un actor decisivo del mundo actual: la República Popular China. Son públicas las conversaciones iniciadas con el gigante asiático para obtener el respaldo necesario que nos permita salir del ahogo financiero en el que nos deja Macri. Hay una diferencia medular con los yanquis: China no impone condicionamientos políticos ni económicos.

Conviene abrir un paréntesis. La nación presidida por el camarada Xi Jinping constituye hoy la gran amenaza a la pretendida hegemonía unipolar del imperialismo norteamericano. El socialismo con particularidades chinas (fase primaria del socialismo según los camaradas del PCCh) es el que posibilita la existencia y desarrollo de 1400 millones de chinos, cuyo estándar de vida se eleva década tras década. Vale el ejemplo para nuestro país, con la capacidad de producir alimentos para 400 millones de personas, pero con 15 millones de pobres y 1,5 millones de indigentes. China es la locomotora del mundo multipolar, su Revolución acaba de celebrar 70 años, y es hoy el principal aliado estratégico para las naciones emergentes.

Hoy nuestro país tiene la posibilidad de romper con el neoliberalismo, y eso es lo fundamental para la etapa actual. No obstante, son cada día más fuertes las presiones que buscan condicionar al futuro gobierno para que no se corra demasiado de los límites impuestos por el gran capital transnacional. En este asunto no hay intermedios: el neoliberalismo (como fase actual del capitalismo contemporáneo) es inviable acá, en Ecuador o donde se pretenda. Pone en riesgo la existencia misma de los estados-nación.

Para salir de este agujero será determinante el protagonismo popular. Los acuerdos o pactos multisectoriales pueden contribuir en circunstancias de crisis, pero será complejo sostenerlos. Los intereses de clase se afectan cuando es necesario avanzar hacia transformaciones de fondo. Saludamos por eso la decisión de la CTA de los Trabajadores de integrarse nuevamente a la CGT, en el afán de dotar al movimiento obrero de los instrumentos que permitan avanzar en la organización de los trabajadores y el pueblo en general, en un contexto que será complejo, y donde no habrá margen para nuevas claudicaciones.

El 27 de octubre es con Alberto y Cristina. Para defender el salario y las jubilaciones, para recuperar la industria y el empleo, para acabar con el hambre y garantizar los alimentos necesarios para millones de argentinos; para romper con el ciclo de endeudamiento y la timba financiera, para recuperar la soberanía y la dignidad nacional; para ser parte de una Latinoamérica unida sin injerencias ni tutelajes, para construir nuevamente un proyecto de desarrollo e inclusión con redistribución del ingreso. Para volver a tener Patria.